El mono en Acuario

Marxe Morn, el misterioso autor de Los monos ilógicos, trabajó sus historias a lo largo de varios años. Se pueden decir muchas cosas de sus monos; de sus aventuras, sus farsas, sus obsesiones, sus flaquezas, sus genialidades, sus fisuras psicológicas y sus susurros a oídos del autor, que captó cada una de sus excentricidades. Sé que los monos de Marxe son el resultado de un largo, extraordinario proceso de maduración. Mientras iba y venía con sus historias, Morn pensó en varios formatos posibles para hacer circular su material. Al final optó por la variante tradicional -a esa altura casi «revolucionaria»- y así salió el libro. Una edición rústica y barata que aquilata la lectura: su prosa exquisita, en crudo contraste con el papel económico en que fue impresa, provoca emociones extraliterarias. Elegí un cuento entre tantos porque todos me gustan, con su autorización y a la espera de que algún lector  me pregunte cómo conseguirlo; a mí también me interesa: mi ejemplar está un poco deteriorado y quiero otro.

El mono en Acuario

Fue un verano gris por aquellos tiempos lejanos en que todavía los años parecían querer durarnos hasta siempre.

Y claro que, siendo verano, llovía.

Pero no iban viniendo solamente esas lluvias que suelen caer de apuro, en un aguacero al paso, y que huyen como distraídas por la sorpresa de haber llegado.

No, hubo además otras lluvias, blandas y lentas, que se descolgaban en paracaídas entre el aire elástico y rebozaban la selva con duchas de suspenso, vaporosas y adhesivas.

Igual que frente a los sonámbulos exasperados o ante el mediosol de los eclipses, convenía no observar aquellas lluvias en directo, porque al andar de las horas iban destiñendo las miradas, y muchos monos terminaron enaguados en un aire de llanto constante, que se les diluía de a poco, pero les regresaba cada temporada para la época de las fiestas, destinándolos a contemplarse con lágrimas en el recambio de los almanaques.

Fue a causa de tales lluvias que se impuso la moda de unas sombrillitas individuales, sujetadas con cintas y broches al perímetro de la cabeza, tan cómodas para ir a agitar en los palcos y tribunas que por esos días se abolió el uso tradicional de los paraguas; los que, aparte de cargar con unas melancolías de murciélagos, nunca se sabía en donde dejárselos olvidados, preocupación que por ahí llevaba toda la tarde en resolverse, hasta que se los abandonara en cualquier lugar irrecordable de la vida.

Eso sí, a pesar de la lluvia, el calor permaneció tan anormal como ayer y como anteayer o como en cualquier otra catástrofe ecológica de las acontecidas con estos efectos tipo invernadero.

En tanto, los monos trepidaban en su congoja húmeda por las calles sembradas de pantanos, sudando sopores, a punto del hastío y combatidos a cada instante por unos mosquitos pertinaces y fragorosos, que embestían con un gesto de desesperación como solamente los que se recuerdan en sueños imposibles o los de amoríos inexactos.

Siguieron entonces creciendo los circos de altoparlantes, anunciando por una enésima vez el Apocalipsis total para dentro de unas pocas horas.

Y, mientras, los contribuyentes a tales suposiciones se anegaban de santos enfados al enterarse de que a ellos el último juicio los iría a agarrar como a ángeles, varados en esta celada de la selva y tan lejos de las playas.

En fin, aquél fue un verano desconsolado y pálido, con un lento maremoto de precipitaciones que recopiló los mayores murmullos por parte de los heladeros ambulantes y que desconcertó los carnavales y no perdonó intacto ningún fin de semana.

Como era natural, las monas aprovechaban para pasearse, enduidas por la lluvia bajo sus frágiles trajes de sirenas, exhibiendo y disimulando apenas sus encantos de nubes en tormenta, misteriosas e inaccesibles, ante la inspiración emocionada de los vigías de la vereda que suspiraban burbujas en aquel paraíso acuático.

Con su insinuarse, ellas ayudaban a destartalar otro tanto la muy precaria situación nerviosa de estos monos que día a día salían vacilando hacia los laberintos de la  selva para hacerle frente a… y, la verdad, ya los monos ni se acordaban contra qué era que salían a enfrentarse.

Agregado al 9/11/2018

«Se prohíbe leer este libro», era el eslogan de contratapa de Los Monos Ilógicos. Marxe Morn (Marcelo Ricardo Moreno, 1957-2016) escribió estos cuentos en poco tiempo, pero los corrigió a lo largo de muchísimos años. Nunca quedaba del todo conforme: siempre tenía alguna palabrita para cambiar. Como no tenía computadora propia, cada tanto imprimía desde la mía y de paso dejaba una copia de seguridad. En 2016 Marce se fue. Se fue físicamente, quiero decir. Había dejado recuerdos, amores, risas, poesías y muchísimas otras historias que ya nadie va a contar. También dejó dos libros. Durante mucho tiempo no encontré el backup de Los Monos Ilógicos. Hoy el archivo apareció de pura casualidad. En el pdf que adjunto se leerá «Prohibida su Reproducción». Le agradezco a su hermana, Susana B. Moreno, su permiso para publicar y difundir su obra. Esta fue la última versión de su recopilación. Espero que la disfrutes.

Los Monos Ilógicos. Por Marxe Morn. Edición del Autor. Buenos Aires, Octubre de 2010.

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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