En 2008 Rodrigo Rojas ya había realizado una animación de la mutación del baticono. La infografía del batimóvil está después del salto.
Batman, nacido en la revista Detective Comics n.º 27 de mayo de 1939, es el superhéroe más cercano a nosotros, los mortales. Como Juan Salvo, no tiene superpoderes. Bruce Wayne, el hombre detrás de la máscara, tiene mucho dinero, que usa para hacer obras de caridad e invertir en ciencia y tecnología para desarrollar armas contra los villanos de Ciudad Gótica. Y la baticueva es una suerte de paraíso nerd de los sesenta.
Las habilidades personales de Batman son las que consiguió gracias al entrenamiento de los músculos y del cerebro, como la intuición y la capacidad deductiva. No es cierto que fuera un superhéroe solitario: era gay y convivía con Robin, con la anuencia resignada, o progresista, del benévolo Alfred.
Aún sorprende que, en 1954, cuando el psiquiatra Fredric Wertham censuró la homosexualidad del dúo dinámico en su libro La seducción del inocente, causara tanto escándalo. Las historietas eran las responsables del auge de la violencia juvenil. ¡Y ni Wonder Woman tenía derecho a ser lesbiana!
Ahora ¿quién podría temer del encapuchado?
Pese a que lucha contra la injusticia no por conciencia social sino por consecuencia de un trauma infantil (presenció la muerte de sus padres), el Batman televisivo que yo recuerdo era incruento, nada rencoroso y exagerada, deliberadamente näif. Hay que tener mucha fe para creer que con ese ridículo disfraz de murciélago iba a asustar a sus enemigos, que si hubieran sido reales jamás lo hubiesen tomado en serio.
Con todo, ¿quién no percibió el temblor al peligro inminente, quien no palpitó sed de revancha cada vez que Robin, maravillándose ante su mentor con un «¡Santas triquiñuelas, Batman!», saltaban dentro del batimóvil, las compuertas del cuartel general se abrían entre la maleza cerrada y otra vez el batimovil avanzaba raudo, con su tobera a todo trapo, siempre a salvo de testigos indiscretos?
Fue en la serie televisiva donde surgió el prefijo cómico “bati” para endosar a la ristra de merchandising que usaba Batman en sus aventuras, y sin duda fue también el automóvil conceptual basado en el Lincoln Futura la carrocería que mejor recuerda mi generación.
Pero hubo otros diseños, otros conceptos, otros modelos: la evolución del batimóvil recuerda a la de muchos otros objetos «modernos» en transición a una «neo-modernidad», donde lo antiguo aún es moderno al precio del contraste con «el último grito». Lo obsoleto premoderno sufre un estallido retrospectivo: sus secuelas están más allá de lo moderno.
Hace poco conversábamos con Dolores Pujol, editora de Yahoo! Argentina, sobre cómo Internet se la puso difícil a las prácticamente extintas revistas populares de ciencia y tecnología, que en otros tiempos ofrecían un plus no sólo en contenido sino en calidad gráfica. Hoy existen sitios en la web que borran esas fronteras, salvo los diferenciales más obvios (el magazine es más fácil de transportar e incluso de tener a mano, que la más portátil de las netbook).
Por eso traigo al blog esta infografía del batimovil (ver abajo), que hasta donde sé sólo ha circulado en la web y cuya calidad es infrecuente hasta para las revistas en papel. Seguramente rodará de blog en blog, sin que siquiera sepamos quién la realizó (sí quién la encargó, la compañía de seguros CarInsurance). Tal vez pocos tendrán la paciencia de disfrutarla en sus pequeñas pantallas, o de esperar a que termine de descargar.
Una cosa es cierta: muchas más personas que los lectores habituales de revistas la disfrutarán, y eso me debería alegrar. ¡Es el futuro! Pero un regusto a injusticia me repica entre esto que digo, lo que sé y lo que siento.
Para los amantes del papel la recuperación es lenta. O tan rápida como la bajada de un módem telefónico.
Vía sorprendible