Varios escribas han entrado en la extraordinaria vida de Normando Jesús de Nazareth Sebufi (*), el médium/contactado espiritista formado en la Escuela Científica Basilio que recreó su doctrina combinando sus capacidades artísticas con informaciones procedentes del Justicialismo, el Catolicismo y del espacio exterior.
El burro adelante para enumerar los textos por orden de aparición. Rescaté su viaje intergaláctico en la Tierra cuando conté la historia del contactado Francisco García (“Mi marciano favorito”), en Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina, Sudamericana, 2009). Sebufi surge en la crónica como un segundón, pero pocas páginas después se come a García con fritas.
En septiembre de 2010, en el blog del libro publiqué una nota del periodista y escritor Gabriel Muscillo, Cristo encarnó en Llavallol, originalmente escrita para la revista Noticias (y que la revista de Perfil no publicó). Siendo Subsecretario del Concejo Deliberante del distrito, allá por 2003, Gabriel recibió una nota-proclama que describía un proyecto, acompañada con los avatares de Sebufi. Llevaba la firma de varios conocidos militantes del Partido Justicialista de Lomas de Zamora.
En aquella nota redactada de puño y letra por Sebufi, dirigida al Senado Nacional, pedía el Salón Azul del Congreso para exponer las telas que representaban “la iconografía de la Familia Redentora”, junto a “Espíritus Superiores que nunca encarnaron”. Sebufi explicaba que su culto combina ideales políticos y religiosos, sin ocultar el lugar que él mismo ocupaba en su cosmología y rituales espirituales-peronistas para salir del paso en momentos malos:
“Friccionando las yemas de los dedos de ambas manos durante 15 minutos diarios, decir en voz baja o con el pensamiento: Patria Libre, Justa y Soberana, que salga todo el mal de mi cuerpo, de mi casa y de toda la Humanidad”.
Autoproclamado Jesús de Nazareth, Sebufi entró en la ficción en uno de los capítulos de la entrañable novela de Daniel Riera, Evangelios y apócrifos (en la obra del escritor argentino, Sebufi es Orlando Sebufi). Riera describe hechos de la vida de Sebufi con exagerada precisión, acaso porque ya es bastante fantástica la realidad.
“Sin levantarse de la silla, Sebufi estiró el brazo, abrió la vieja Siam, extrajo la cubetera. Barili se sirvió dos cubitos y le preguntó si Sebufi había muerto. Sebufi le contestó que Sebufi estaba en el Cielo como todos los creyentes, que Dios había premiado su fidelidad de creyente usando su cuerpo para encarnar en él sucesivos espíritus de Luz (la palabra Luz, cuando remite a «Luz divina», se escribe con mayúscula), que primero le había tocado el turno al brigadier Don Juan Manuel de Rosas, luego al general Perón, y que ahora estábamos ante la evolución final, en el tiempo de la segunda venida de Jesucristo.”
Ahora, un periodista cordobés se suma a las evocaciones. Un día Sergio Carreras también se encontró con Sebufi y su séquito en algún lugar de las sierras de Córdoba, “excavando un pozo en búsqueda del sarcófago de un emperador inca, supuestamente asesinado por Jerónimo Luis de Cabrera, el fundador de la ciudad”.
Con esas joyas, Sebufi iba a salvar el país, paso previo a la salvación de la humanidad. Un pie de página de su biografía que nos había pasado inadvertido y que, gracias a Carreras, ya no quedará en el olvido.
“Al atardecer, con el fotógrafo tuvimos que firmar un pergamino, el Acta Fundacional del Nuevo Universo. Antes y después de la firma, había que frotar las manos vigorosamente, sin detenerse, con los ojos cerrados, en una especie de rezo. Sebufi cantó un tango, con letra arreglada para la ocasión. Yo me esforzaba para no sonreír y el fotógrafo, Hugo, estaba muerto de miedo y espiaba por un ojo.”, escribió Carreras.
Para terminar, el dato que buscó, encontró y nos confió el historiador Adrián Viale (el editor de Rey Desnudo es uno de los más atentos lectores de Invasores), que luego pudimos confirmar: Sebufi falleció por segunda y última vez el 31 de agosto de 2011 en el Hospital Alejandro Korn (Melchor Romero).
Como sabrán los lectores de aquel libro, cuando el autor de estas líneas interpeló a Sebufi en el Hospital sobre su historia personal, Jesús fue bastante claro. Dijo que Normando fue feliz.
(*) A pedido de la familia hemos decidido cambiar el apellido del protagonista. Disculpas.
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