La novela de H.G. Wells, una metáfora sobre los límites éticos de la ciencia y las consecuencias de la marginación social, inspiró a Hollywood para darle otra vuelta de rosca al miedo y aguzar el ingenio de los creadores de efectos especiales: había nacido «El hombre invisible» (Whale, 1933), un film clásico de terror científico. Un documental muestra el envés de la trama.
Documental. Solo dura 33 minutos y revela la trastienda del rodaje «El hombre invisible» (1933).
No hay lector de Herbert George Wells (1866-1946) capaz de olvidar la historia de Jack Griffin, el científico que aplica sobre sí mismo un suero para hacerse invisible y… funciona. El escritor inglés fue muy celoso con la adaptación cinematográfica de “El hombre invisible” (James Whale, 1933). Transformar la novela en una película no se limitaba a contar una historia de miedo. El libro abordaba asuntos que a Wells le preocupaban más, como la naturaleza del poder, los usos de la libertad y la desesperante consciencia de la soledad. Whale había sido elogiado por su manejo del misterio y el terror en «Frankenstein (1931), pero también por su fino sentido del humor. Wells había descubierto en ese mutante fantasmal una excusa para abordar el dilema de un revolucionario que desea trastocar el orden social, o tragedias más sutiles, como la que destacó un prestigioso escritor ciego cuando escribió que a Griffin se le complicaba dormir. “Sus párpados no excluyen la luz”, señaló Borges.
Si bien la película consolidó la imagen del “científico loco” y no puso énfasis donde Wells hubiese querido, los extraordinarios méritos de esta adaptación hoy son parte de la currícula en toda escuela de efectos especiales. Wells criticó el cambio de personalidad del protagonista, pero aclaró que disfrutó de la película. Griffin, interpretado por el actor británico Claude Rains, no era un científico brillante sino un completo chiflado, que solo era visto si se ponía ropa, sostenía un objeto o sangraba. El argumento de Whale tampoco era malo: “Solo un lunático querría hacerse invisible”. Su película, concluyó, iba dirigida a “una audiencia de mente racional”. En suma: no solo hay que cargar en la cuenta de Whale la construcción de ese arquetipo. El aporte a The mad scientist de Wells es innegable.
El film fue un éxito y Universal Pictures puso en marcha la correspondiente factoría de invisibles. En 1940 se estrenó “The Invisible Man Returns”, dirigida por Joe May y protagonizada por Vincent Price y “The Invisible Woman”, una suerte de comedia de ciencia ficción. En 1942 se estrenó “Invisible Agent” (quién puede dudar de la efectividad de un espía que el enemigo no puede ver) y dos años después “The Invisible Man’s Revenge”. En 1951 Charles Lamont dirigió “Abbott and Costello Meet the Invisible Man”, una comedia de terror sobre las desventuras de dos detectives privados que investigan el asesinato del manager de un boxeador.
SIN CABLES
Otros regresos más recientes fueron la comedia «El hijo del hombre invisible» (Gottlieb, 1987), incluida en la película «Mujeres amazonas en la Luna», y “El hombre sin sombra” (Paul Verhoeven, 2000), Griffin reencarnó en el protagonista de este thriller nominado a un premio Oscar por los efectos visuales, protagonizada por Kevin Bacon, Elisabeth Shue y Josh Brolin. Bacon invisible ya fue un modelo digital tridimensional, pero muchos principios (stop motion y doble exposición, entre otros) siguieron siendo los creados por Whale, John P. Fulton y el resto del equipo en 1933. Un par de décadas después Fulton iba a emular milagros bíblicos, como separar el Mar Rojo en «Los Diez Mandamientos» (1956).
Desde aquel film épico no faltaba tanto para el advenimiento de «Invasores invisibles» (Cahn, 1959), el non plus ultra de la generación Clase B, que combinó atacantes invisibles, zombies y alienígenas. Pero el maravilloso universo de Ed Wood y sus herederos sin presupuesto son parte de otra historia.
AGRADECIMIENTO
Al amigo Carlos Dominguez , quien nos anotició sobre el documental dedicado a la película.
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