El mismo alfajor que para unos es un manjar único, para otros es “un alfajor del montón”. En un intento por saldar la cuestión, un habitué del exitoso grupo gourmet Buena Morfa Social Club escribió su opinión, entre la carta de amor y la declaración de principios.
Por Max Carnage
Debo reconocer que con los alfajores soy igual que esas señoras que en la verdulería aprietan y manosean las frutas para ver si están tiernas o maduras. Cuando entro al kiosko y me acerco a la góndola de los alfajores no puedo evitar mirarlos con cierta precaución. Es que el alfajor es, según mi opinión, la golosina más prostituida de los últimos años.
De arroz, de quinoa, con mousse, con frutos rojos, con paté de foie, cubiertos de semillas, granos y piedritas para gatos… Ese exceso de cosas innecesarias me llevaron a esa relación amor/odio con esta argentinísima golosina.
Sin querer me topé con Capitán del Espacio en un kioskito sobre Julián Alvarez y Charcas. Así, pude probar ese mito del mundo goloso al que muchos le otorgan el título de «el mejor alfajor». La dificultad para encontrarlo fuera del conurbano también ayudó a crear la leyenda.
De las dos versiones más conocidas me gustó más el blanco. Es suave, dulce y liviano como una nube, esas nubes que sólo se encuentran en los sueños o en la mirada de los niños que buscan formas al observar el cielo.
Un alfajor como los que comía en la escuela, igualito a los que ponía mi mama en mi bolsita del jardín. Fue entonces, luego de saborearlo, que comprendí de qué estaban hechas las leyendas: de recuerdos y sentimientos. Porque, a medida que mis mordiscos avanzaban, recordaba el jardín de infantes, los primeros años en la primaria, a mí mamá comprándome golosinas en el kiosko frente al colegio (que lo atendía una señora de muchos rulos junto a su malhumorado marido), también vinieron a mi mente las veces que mi vieja me dejaba en la escuela y yo, desde adentro, corría como loco hacia la ventana por donde sabía que iba a pasar y, con todas mis fuerzas, me ponía a llorar para que me llevara a casa, lo cual lograba después de una largo sermón para luego ser reconfortado con un delicioso alfajor.
El secreto de la leyenda y del “mejor alfajor” nada tiene que ver con sus ingredientes o con la forma en que está preparado, aunque sí juegan un papel muy importante. Lo hace superior su poder de reducirte al tamaño en que entrás nuevamente en el regazo de tu vieja, el lugar más cómodo del planeta, y nos regala cientos de dulces caricias, besos y abrazos.
Probé el mejor alfajor que existe, por si no quedó claro.
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