No es la primera vez que invocamos al antiguo miembro de la Fundación CAIRP y colaborador de El Ojo Escéptico Fernando Saraví. Hace tres años, en una entrevista titulada La sangre derramada no será negociada, nos iniciaba en otros misterios de la mítica sustancia roja. Ahora, Saraví (médico, profesor de Biofísica de la Carrera de Obstetricia en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Cuyo y evangélico experto en teología cristiana), nos desayuna sobre los claroscuros de la teología de Los Testigos de Jehová adultos que desafían los lugares comunes sobre los límites de la libertad que tendrían los adultos a ejercer sus derechos en caso de negarse a una transfusión de sangre por motivos religiosos. El autor también analiza lo que representa la sangre para los creyentes según su propia interpretación de la Biblia.
Este articulo, titulado “La cuestión de la sangre”, cortesía del autor, es uno de los 13 capítulos de Falso testimonio, un libro enteramente dedicado a Los Testigos de Jehová (ahora autodenominados Testigos cristianos de Jehová). Este grupo inspirado en el cristianismo va de casa en casa, golpea cada puerta para difundir sus ideas, según las cuales la suya –como lo suelen afirmar casi todas las corrientes cristianas– es la única interpretación fiel de la Biblia.
Un ejemplo clásico de literalismo de los Testigos de Jehová es el rechazo de las transfusiones de sangre, aun a riesgo de sus propias vidas a las de sus hijos. Se basa en textos como Levítico 17:10-12, donde segúnla Traduccióndel Nuevo Mundo se dice que “el alma de la carne está en su sangre”.
La palabra hebrea nefesh puede significar “alma”, pero el contexto exige traducirla aquí como “vida” en el sentido de principio vital. La sangre (hebreo dam) puede tener, además de su significado literal, la connotación de “violencia” 1 y también de sacrificio reconciliatorio.
En Levítico 17, como en Deuteronomio 12:24, la sangre es el principio sostenedor de la vida: si a una persona o a un animal se le quita la sangre, muere indefectiblemente.
Por tanto, es claro que la prohibición literal de comer sangre tiene ante todo valor simbólico, puesto que es imposible extraer toda la sangre presente en la carne antes de consumir ésta. La razón más importante para la prohibición de ingerir sangre era que en el sistema sacrificial instituido por Dios mismo, la sangre estaba destinada a expiar los pecados. En su comentario a Levítico 17:10-16, Colunga y García Cordero explican:
Desde Gén 9:4 se viene inculcando este precepto de no comer sangre. Saúl lo califica de prevaricación contra Yahvé. Aquí se insiste en lo mismo, y se declara la razones que la sangre está destinada a servir de expiación por los pecados. En la sangre está la vida, y cuando en el sacrificio se recoge la sangre y se derrama en torno del altar, es la vida la que se derrama y ofrece, y esa vida del animal sacrificado sirve de expiación por la vida del oferente. Este es un principio fundamental de la religión mosaica. Se prohibe tomar la sangre porque la vida está en la sangre, si al hombre se le permite comer carne, es a condición de que respete la sangre –asiento de la vida -, bien derramándola en homenaje al Creador, o dejándola derramarse en tierra. Así, la sangre tiene un carácter sagrado relacionado con el origen de la vida 2.
La prohibición estaba además justificada, en el contexto de la revelación del Antiguo Pacto, porque el pueblo de Israel debía apartarse de las prácticas rituales de los paganos, en los cuales se bebía la sangre de las víctimas con el objeto de apropiarse de su fuerza. En Levítico 19:26 la ingestión de sangre se asocia con otras prácticas abominables, como la adivinación y la magia; seguramente, la ingestión de sangre se asociaría con ritos paganos idolátricos.
En el Nuevo Testamento, en el cual hay un único y supremo sacrificio de sangre, ya pasado, no hay restricciones alimentarias (Hechos 10:9-16). Es solamente su asociación con la idolatría –real o imaginaria- lo que justifica la recomendación apostólica de abstenerse de sangre, registrada en Hechos 15:28s. La razón fundamental la expone Pablo con motivo de los animales sacrificados a los ídolos. El origen de la carne destinada a la alimentación no tiene importancia para el creyente, excepto en la medida en que su actitud haga tropezar a sus hermanos más débiles o ignorantes (1 Corintios 8; Romanos 14).
Ahora bien, fuera del contexto religioso, la abstención de sangre carece por completo de sentido, y por lo tanto de importancia. En particular, este precepto religioso nada tiene que ver con la moderna terapéutica transfusional, en la que no hay ingestión, digestión, ni víctima, sino que la sangre proviene de uno que dona voluntariamente, y es incorporada directamente al torrente sanguíneo del receptor. Los Testigos no aceptan nada de esto, y siempre han hablado en contra de las transfusiones; recientemente han hallado un nuevo argumento en la transmisión de virus del sida por transfusiones sanguíneas. Empero, que una práctica implique ciertos riesgos no prueba ni la sanción ni el anatema divinos y, por lo demás, la propaganda tendenciosa de la Sociedad Atalaya omite sistemáticamente considerar, los millones de personas que han sido beneficiadas, e incluso salvadas, por la terapia transfusional 3 .
Como creyentes, debemos tener compasión por quienes son capaces de dejarse morir por su errónea comprensión de la Escritura. Al mismo tiempo, debemos defender la libertad de conciencia y de religión. Debe entenderse que los Testigos aceptan la moderna ciencia médica y sus avances, y en general siguen escrupulosamente los tratamientos prescritos a ellos o a sus hijos, siempre y cuando no involucren transfusiones de sangre.
Por lo anterior, como cristiano y como médico creo que es la obligación de todo profesional de la salud brindar el mejor tratamiento posible en tal circunstancia. Los Testigos están bien informados de las alternativas y están siempre dispuestos a establecer las llamadas “comisiones de coordinación” con los responsables de clínicas y hospitales, a fin de asegurar una buena comunicación con los profesionales de la salud.
Afortunadamente, los problemas éticos y técnicos que la intransigencia que los Testigos plantean a la medicina moderna han dado lugar, en muchos casos, a nuevas técnicas quirúrgicas que no requieren transfusión. El desarrollo de substitutos artificiales de la sangre, que son aceptables para los Testigos , no solamente beneficiará en un futuro no muy lejano a los miembros de este grupo, sino a muchos pacientes4. .
Notas
1. Por ejemplo, Génesis 9:6; Núm 35:19,21, 24-33.
2. Alberto Colunga y Maximiliano García Cordero, Profesores de Salamanca: Biblia Comentada, ed. 3 (BAC, Madrid, 1967; 1:708).
3. Existen pocas dudas acerca de la utilidad de las transfusiones de sangre, cuando están correctamente indicadas y realizadas. Véase, por ejemplo, Alejandro Benjamín Miroli, Hemoterapia (El Ateneo, Buenos Aires, 1980); W.N. Gibbs y A.F.H. Britten (Ed) Pautas para la organización de un servicio de transfusión de sangre. (Organización Mundial dela Salud, Ginebra, 1993).
4. Justo es reconocer que, directa o indirectamente, los Testigos de Jehová han contribuido a que los médicos revisen pautas tradicionalmente aceptadas con respecto a las transfusiones. Por ejemplo, véase el artículo de J.L. Carson y L. R. Willet, Is a hemoglobin of 10 g/dL requires for surgery?. Medical Clinics of North America 77:335-347, March 1993.
La posición de los testigos es presentada en sus folletos: los Testigos de Jehová y la cuestión de la sangre (Watchtower Bible & Tract Society of New York, Brooklyn, 1977), y Cómo puede la sangre salvarle la vida? (Ibid., 1990).
Véase también Los Testigos de Jehová y las transfusiones de sangre. Revista Argentina de Transfusiones 18:11-14, 1992.
Sobre los aspectos técnicos y éticos de la relación entre los médicos y los pacientes Testigos de Jehová puede verse, por ejemplo: L.D. Dixon y G.S. Smalley, Jehovah’s Witnesses: The surgical ethical challenge. Journal of the American Medical Association (JAMA) 246: 2471-2472, 1981; J.M.Thomas, Meeting the surgical and ethical challenge presented by Jehovah’s Witneses. Canadian Medical Association Journal 128: 1153s, 1983 (véase también Ibid. 145: 1559s, 1991); Informed Consent, Annals RCPSC 20:401, 1987; Jeremy Sugarman y otros, Medical, ethical and legal issues regarding thrombolytic therapy in the Jehovah’s Witness. American Journal of Cardiology 68: 1525-1529, 1991; C. Schamun y col.; Cirugía de revascularización miocárdica (CMR) prescindiendo de la transfusión de sangre homóloga en testigos de Jehová. Revista Argentina de Cardiología 59 (5), Resúmen nº 186, Set.-Oct. de 1991; F.J. Benetti y col., Cirugía coronaria con circulación extracorpórea en pacientes testigos de Jehováh. La Prensa Médica Argentina 79: 88-90, 1992.
Además de las nuevas técnicas quirúrgicas, diversos avances de la medicina permiten omitir el empleo de sangre en la gran mayoría de los casos; la principal excepción son las hemorragias masivas y abruptas, como la hemorragia postparto, mortal por la negativa a la transfusión sufrida por la Testigo de Jehová inglesa de 28 años, Yvonne Leighton, en febrero de 1993. (Diario Clarín , 9 de febrero de 1993).
Los propios Testigos de Jehová son activos recopiladores y distribuidores de todo artículo médico que promueva una reducción en las transfusiones; una lista de técnicas y la correspondiente bibliografía se presenta en el folleto Estrategias para prevenir y controlar hemorragias y anemia sin transfusiones de sangre. (ca. 1992).
Algunos procedimientos son:
Transfusión autóloga (transfusión de sangre del propio paciente, recolectada tiempo antes de una operación programada). W. Scheinzler y col., Anäesthesiologie und Intensivmedizin 28: 235-241, 1987; L. Chambers, Oncology and Biotechnology News, p.1, 18, May 1990.
Empleo de eritopoyetina. Aunque el empleo óptimo de hierro y apoyo nutricional permiten la recuperación de algunos pacientes con anemia severa (S.J. Dudrick y col., Archives of Surgery 120: 721-727, 1985), la disponibilidad clínica de la eritropoyetina ha sido un avance muy significativo. Es la hormona estimulante de la producción de glóbulos rojos, y su empleo permite acelerar grandemente la recuperación tras hemorragias y otras formas de anemia. Existe considerable experiencia de su uso en Testigos de Jehová; por ejemplo, P. Rothstein y col., Anesthesiology 73: 568-570, 1990; E.J. Law y col., Burns 17: 75-77, 1991; P.W.M. Johnson y col., British Journal of Cancer 63: 476, 1991; V.A. Gaudani y H.D. Mason, Annals of Thoracic Surgery 51: 823-824, 1991; J.A. Madura, Archives of Surgery 128: 1168-1170, 1993.
Uso de “sangre artificial” ciertos compuestos fluorcabonados tienen capacidad de combinación reversible con el oxígeno y pueden emplearse como sustitutos para dicha función de la sangre (normalmente dependiente de los glóbulos rojos). Su empleo aún es limitado, pero es probable que aumente en el futuro. Puede verse: M. Guyot y C. Doutremepuich, Journal de Pharmacie Belgue 45: 196-206, 1990; S.J. Urbaniak, British Medical Journal 319: 1348-1350, 1991; y especialmente J.G. Riess Vox Sanguinis 61: 225-239, 1991.
Otras alternativas de sustitución de la sangre o de algunos de sus componentes pueden verse en M. Brandl y col., Drug Development and Industrial Pharmacy 15: 655-669, 1989 y en G. Stack, Transfusion Medicine Topic Update 2 (2), mayo 1989. Sobre avances recientes en medicina transfusional puede verse Thomas F. Zuck, Blood banning and transfusion medicine: Past, present and future. Journal of the Florida Medical Association 80: 20-24, 1993 ; Joseph Feldschuh y Doron Weber, Safe blood: Purifying the Nation’s blood supply in the age of AIDS (Free Press, New York, 1990).