
Van Gogh acostumbraba a pintar estrellas porque, además de contemplar su belleza, era aficionado a la Astronomía. Había leído, entre otros, el libro de Camille Flammarion Astronomía Popular (1881), uno de los más importantes de la época, y recibía las revistas internacionales en las que se comenzaba a publicar fotografías de nebulosas y galaxias por primera vez en la historia.
A las estrellas que pintaba, de noche y al aire libre, iluminado sólo por velas, las ubicaba en su verdadera posición, más allá de las licencias artísticas que se tomaba, conformando incluso constelaciones reales y fácilmente reconocibles. Por ejemplo, en otra de sus obras, Noche estrellada sobre el Ródano, se ve claramente a la Osa Mayor.
En la La noche estrellada no parece tan fácil reconocer el cielo, aunque tomando la posición de la Luna Menguante; de Venus, que parece ser el astro brillante blanco amarillento que figura a la derecha de un ciprés; puede tratarse de un amanecer, por los tonos claros que se ven cerca del horizonte sobre las colinas; por la época de la obra, podemos rastrear que el cielo se mostraba así (ver arriba) en la madrugada del 25 de mayo de 1889 si se observaba hacia el este desde la ventana de la habitación del sanatorio de Saint-Rèmy, Francia. Allí Van Gogh pasó internado, con problemas psiquiátricos, los últimos meses de su vida. Se puede suponer, entonces, que las estrellas que acompañan la escena pertenecen a las constelaciones de Aries y Piscis. Van Gogh no realizó in situ su paisaje estelar, sino que lo observó en la madrugada y lo pintó luego de memoria.

Fuente: “Si muove”, revista de divulgación científica de El Planetario de la ciudad de Buenos Aires “Galileo Galilei”. Nº 1 Año 1. Invierno 2011
Notas relacionadas
Un Van Gogh tecno en el monte Everest
Nubes anómalas como oleajes de Van Gogh







