Febrero de 2012. Seguimos en la cuenta regresiva. La temperatura milenarista aumenta y genera escenarios dispares. Algunas creencias tienen su encanto, su complejidad intrínseca las torna disfrutables más allá de su naturaleza. Otras enseñan: proponen tramas difíciles de resolver, y descubrir su sentido es instructivo, aunque al principio cueste saber por dónde empezar. Y otras son definitivamente torpes, disparatadas y superficiales. Entre las últimas, que se han ganado estos adjetivos a pulso, tenemos a los murmullos, zumbidos y truenos “inexplicables” (en todo caso siempre es más adecuado clasificarlos como “inexplicados”, inexplicable significa renunciar a toda posibilidad de hallar una explicación ulterior).
Alemania, 28 de enero 2012
Ruidos inquietantes para amigos famélicos de misterios baratos
Estos “sonidos misteriosos” nos recuerdan a los rugidos monstruosos no identificados que atormentaron en los primeros capítulos a los protagonistas de “Lost”. Pero también tienen connotaciones próximas a pseudociencias más populares, como las especulaciones conspirativas que han servido en bandeja los desquiciados teóricos de HAARP y la bella compañía.
De estos fenómenos se ha dicho que…
-son el presagio del fin del mundo
-ondas electromagnéticas liberadas por la tierra, que anuncian un megaterremoto
-los cielos advierten sobre la Segunda Venida de Jesús
-son pruebas de que el mundo llega a su fin
-son demonios
-se abren las puertas del infierno
-es el sonido de apertura de una puerta interdimensional
-es el coro de las huestes celestiales
-es un arma secreta mundial
-son movimientos del magma, y
-se trata de una broma de marketing viral alusiva al fin del mundo
Argentina, Mar del Plata, noviembre de 2011
En realidad, estamos ante el último enigma de cartón pintado. Estos “sonidos” pueden sonar parecido a cualquier cosa: a trenes distantes, a buques de ultramar, al canto de ballenas, a jets a chorro, a música distorsionada, al ulular del viento entre los árboles, a temblores de la tierra (no necesariamente debe temblar el magma, bajo ciertas condiciones el paso de un ómnibus o de un subterráneo genera sonidos similares). Casi cualquier sonido es válido para engrosar el catálogo de “ruidos inexplicables”. No hay estándar, cualquier ruidito raro inicia su propia categoría, ya que no existen un patrón prefijado sobre “cómo debería sonar el Apocalipsis”. Salvo las trompetas del quinto y sexto ángel, que hicieron caer una estrella del cielo y anunciaron la salida de los escorpiones para picar a la gente, a los cuales el buen dios “ordenó que no dañaran a la tierra, ni a los árboles ni a las plantas, sino sólo a quienes no tuvieran en su frente la marca del sello de Dios”.
Cada vez más personas conceden credibilidad a estas versiones caseras de la orquesta celestial. Están en su derecho, pero no hay motivos para que cunda el pánico: estas filmaciones que circulan con pretensiones “documentales” son aceptadas sin ningún contexto, sin coordenadas geográficas, sin noticia alguna sobre el entorno o el momento del día en que fueron grabados y, lo que es más grave, sin el menor dato sobre la persona que lo grabó, quien podría tener un reproductor encendido cerca de la cámara para pasar el rato a costa de sus amigos crédulos.
La calidad de la evidencia es tan magra que la respuesta tiene que ser mucho más simple. Probablemente, aquellos sonidos son fruto de la ingenuidad a toda prueba del protagonista (y de quienes se contagian gratuitamente de sus presuntos temores), el engaño puro y duro o el resultado de la desidia de quienes, antes de ponerse a estudiar sus fundamentos, dejan correr a estos «misterios mayoristas» por diversión, afán de lucro o impericia.
Aunque ningún partidario del «sonido del Apocalipsis» lo hace, yo consideré pertinente consultar a un especialista. Escuchen el audio donde expone sus conclusiones: