Algunos tienden a creer que el periodismo de televisión cuenta con más recursos que el de papel. Los productores tienen que correr, pero casi siempre retoman un tema instalado por la web, las redes sociales o un medio gráfico y suelen poner a más de un productor detrás de una noticia. Si esto es cierto ¿por qué naufraga el noticiero-basura nuestro de cada día? El poder de la mediocridad corroe las coberturas noticiosas hasta un punto en el que las víctimas de la inanición informativa hemos perdido la capacidad de sorprendernos. El sensacionalismo ramplón, que le da a cualquier rumor categoría de hecho, se ha naturalizado. No hablo de la falta de escepticismo, que es un clásico en todos los frentes, sino al más elemental intento de confirmación de una noticia.
Véase cómo los noticieros de Canal 26 y Canal 9 (a los que tomamos a guisa de ejemplo porque sus informes se encuentran online), trataron durante estos días el caso del presunto “puma suelto” en la localidad de Vicente López, provincia de Buenos Aires:
1) Sólo recogen el testimonio de una vecina, identificada como Alejandra. Esta mujer “habla bien” y no le faltan dientes (ser “televisivo” es condición sine qua non para tener pantalla) no era un testimonio más; ella es fuente de toda verdad;
2) la vecina hace afirmaciones pasibles de una rápida comprobación, pero los noticieros no se toman el menor trabajo de verificarlas; ella cita experiencias de otros vecinos, transmite conocimientos que recibió sobre la conducta de estos animales de presuntos veterinarios de Zoonosis o Temaikén, etc.; todas estas “puntas”, servidas en bandeja para confirmar o disconfirmar la versión, son puntualmente desatendidas,
3) la vecina habla de otros “siete testigos”, pero sólo ella sostiene el micrófono, su testimonio es “el elegido” (¿o el único?); ella monopoliza la descripción de la fuente de pánico,
4) la misma Alejandra le dice a Canal 26 que, a mediados de enero, vio dos veces al animal “paseando por su jardín”; que “el jueves se ha llevado en la boca el gato de una vecina”; sin embargo, no sólo nadie entrevista al dueño del presunto gato arrebatado sino que no aparece ningún vecino que denuncie la desaparición de su mascota (y eso que, según la vecina, el puma se engulló a “por lo menos dos gatos”),
5) tl9 reafirma la “indudable” presencia del puma, el cronista cita a “especialistas” que no nombra en pos de la fe del telespectador y habla de marcas “claras y elocuentes” en la pared, donde el puma afila sus garras (acción que estos animales sólo ejecutan en los árboles, como se verá luego).
6) Por último, el periodista Pablo Fernández, también de tl9, repite lo que “creen” las autoridades municipales; por ejemplo, que “sospechan de un vecino” (a quien no entrevistan). Pero gana una cucarda cuando agrega el primer dato del día: el Secretario de Seguridad de la Municipalidad de Vicente López, Martín López Perrando, le confió que “ya han instalado siete trampas con cebo distribuidos en diez cuadras a la redonda” y que hay “cuatro patrulleros rastreando al animal”. En suma,. se pretende desmontar la inquietud vecinal con un despliegue que, si no sirve para cazar al felino, al menos ayuda a esparcir la idea de que las autoridades han tomado la cosa en serio. ¿Qué cosa? Bueno, el pánico desatado por Alejandra y los medios que le prestaron micrófono sin verificar sus afirmaciones.
Clarín agregó que, según el mismo funcionario, han instalado una cámara en el techo de la casa de Alejandra y “redireccionamos otras diez para cubrir mejor la zona y poder localizarlo”. También desliza, al pasar, que el epicentro del pánico, a la sazón la casa de doña Alejandra, está “a 10 cuadras de la Quinta Presidencial”.
En Villa Eucarística, ciudad de Córdoba, allá por septiembre de 2010, un puma se trepó a un árbol. La Policía necesitó seis horas para bajar al animalito. De más está decir que el episodio constituyó un escándalo mayúsculo, nadie dejó de ver el operativo, imágenes del animal entre las ramas y la movilización de la patrulla que tendió una red para atajarlo cuando cayera desde la copa del árbol. Los acontecimientos sucedieron como si hubiese un puma real, y el animal fue cazado como corresponde a un hecho real.
Pero el componente de realidad o de ficción del fantasmático puma de Vicente López no es el punto. Testigos (o no) de extraterrestres, querubines, lobizones y, claro, pumas, son capaces de esparcir temores con toda libertad, ya que nunca falta el “informativo” que cubrirá la “noticia” así, sin preocuparse por verificar el relato que llega a sus productores -menos si el tema tiene punch.
A veces mejor ni intentarlo, por aquello de que la verdad podría arruinar una buena historia. Pero la misma historia, en otras manos, puede ser una ocasión para reflexionar sobre creencias, experiencia y percepción. O sobre medios de difusión comerciales, fantasías que son fuente de esperanza o temor y racionalidad crítica vs. teología.
En pos de esta oportunidad salvamos de la volatilidad de Facebook un texto de Roxana Kreimer, escritora y profesora de Filosofía. “¿Cómo puede ayudarnos Hume a saber si Dios o el puma de Vicente López existen?”, se pregunta y trata de responder, renglones más abajo. Invitamos a leer sus reflexiones en la seguridad de que su texto no tiene desperdicio.
¿Cómo puede ayudarnos Hume a saber si Dios o el puma de Vicente López existen?
Cuando un interlocutor hace afirmaciones que contradicen nuestra experiencia inmediata, debemos pedirle que aporte pruebas más creíbles que el mero relato de lo vivido.
En estos días los medios de difusión comunican la presunta aparición de un puma que mantiene en vilo al barrio de Vicente López, donde algunos vecinos se recluyen en sus casas por miedo a que el animal los ataque por sorpresa. ¿Qué evidencias se ofrecen a favor y en contra de la existencia del puma? Los medios señalan que “una mujer aseguró que vio al puma trepado a un árbol de la casa de un vecino”. En la televisión la mujer declara que en realidad lo que divisó fueron dos ojos en un árbol, “más separados que lo normal”, y luego oyó un grito. Sostiene que siete personas han visto al puma, pero ninguna testimonia en los medios. Habla de la aparición de marcas de garras en algunas paredes, y cuenta que hubo gatos y palomas muertas. También menciona a un vecino que años atrás habría criado animales salvajes. Los artículos periodísticos y la televisión muestran fotos de pumas, pero ninguno es el puma de Vicente López.
Como las consecuencias de la aparición de un puma podrían ser peores que las de su inexistencia, resulta sensato apoyar la medida tomada por el secretario de Seguridad, que ordenó revisar las imágenes de las cámaras instaladas en las calles o instalar jaulas con carne como señuelo.
Los medios no entrevistan a especialistas en el tema que puedan analizar las evidencias presentadas. La excepción fue un sitio de internet, que formuló algunas preguntas al curador general del bioparque Temaikén. El veterinario expresó sus dudas respecto a la presunta existencia del puma. En condiciones normales, señaló, el animal suele “afilarse las garras en los árboles para marcar su territorio, pero las marcas nunca son muy visibles, y definitivamente no las deja en las paredes”. Agregó también que sería muy raro que se pueda esconder en una zona tan poblada. En un sitio de internet una persona deja otro comentario escéptico: “Es raro que un felino que mata a una paloma la deje sin comer”.
Los medios hablan del miedo de los vecinos y de los peligros que podrían correr los niños. Se embarcan en especulaciones interminables sobre el supuesto comportamiento del puma, revelan el temor que hace que algunos vecinos se encierren en sus casas todo el día o la iniciativa de una mujer que suspendió la fiesta de cumpleaños de su hijo, por miedo a que el puma se meta en su jardín y ataque a los niños.
De acuerdo a lo planteado, ¿tenemos buenas razones para creer que hay un puma merodeando el barrio de Vicente López?
David Hume propone una guía para aceptar o rechazar opiniones, y su valor radica en que puede servirnos para determinar si es razonable o no adoptar creencias de lo más diversas. A su entender la solución es preguntar a quien opina: ¿qué argumentos puede ofrecerme para afirmar que es más racional creer lo que usted me dice, en vez de suponer que se equivoca, o me engaña, o ha sido engañado? Por ejemplo, si nunca hemos visto un milagro (es la situación más común) y sólo lo conocemos indirectamente (porque, por ejemplo, de él habla la Biblia), ¿es razonable creer en él? Podemos formular la misma pregunta en relación al puma. Si nunca lo hemos visto y sólo lo conocemos indirectamente (porque una vecina entrevistada por los medios nos habla de él), ¿es razonable creer que existe? Hume responde que no, dado que hay otras hipótesis más plausibles: sabemos por experiencia personal que se generan ilusiones, errores y engaños en los relatos de terceros, mientras que no tenemos ninguna experiencia personal de un milagro. En consecuencia, es más racional creer que el relato de un milagro se explica por engaño o error, en lugar de aceptar que el milagro realmente ocurrió. El fenómeno que es necesario explicar no es el milagro, sino el relato del milagro. Y la hipótesis más plausible es que quienes afirman el milagro se equivoquen, o pretendan engañar, o hayan sido engañados por otras personas.
Hume no dice que sólo debamos creer en lo que percibimos directamente. Lo que dice es que necesitamos más evidencias que el mero relato de la experiencia.
De manera análoga, el fenómeno que es necesario explicar no es la existencia del puma en Vicente López, sino el relato de la existencia del puma en Vicente López. Así como tenemos “sensación de inseguridad”, sería oportuno investigar cómo se genera la “sensación de puma” en Vicente López.
Ese relato que hacen los medios se impone a través de diversos mecanismos: la repetición, el atractivo de lo novedoso, la aparición de un tema acerca del cual es posible conversar, el miedo, la posibilidad de vender una noticia, los chistes que suscita la idea de un puma circulando por un barrio , el resentimiento social (en un foro alguien escribió: “Si encuentran realmente a ese puma que se lo metan en el orto estos chetos de mierda de la zona norte”) y la presentación de diversos formatos (fotos de pumas, relatos televisivos de vecinos, reportajes).
Del mismo modo, nuestra cultura nos ha presentado la existencia de Dios bajo diversos formatos (el musical, el arquitectónico, el pictórico, el literario, etc), lo que vuelve mucho más persuasiva la hipótesis religiosa. El ateísmo carece de esta variedad, sólo presenta razones y carece de la resonancia emocional que suscita una música religiosa. No tiene arte, arquitectura ni rituales que congreguen a sus adeptos. Tal vez esto explique (en parte) su escasa eficacia persuasiva.
Si cuando éramos niños nuestros padres hubiesen afirmado que un puma merodeaba el barrio de Vicente López, probablemente nosotros habríamos adoptado la misma creencia, del mismo modo que la mayoría de las personas adoptan la religión que se profesa en su hogar de origen. Pero si en algún momento deseamos averiguar si esa creencia es adecuada, podemos considerar los siguientes argumentos, que también sirven para evaluar la existencia de dios.
Argumento de la carga de la prueba: No hay forma de probar la inexistencia de algo, mientras que sí hay forma de probar su existencia, por tanto es lógico que la carga de la prueba caiga en el proponente de existencia de Dios o de la existencia de un puma que merodea el barrio de Vicente López.
Argumento de la falta de evidencia: Si la hipótesis X es cierta, es esperable la evidencia Y. Si no puede hallarse evidencia Y en un tiempo razonable, es sensato concluir que la hipótesis X probablemente (dentro de un margen de duda razonable) no sea cierta. Por ejemplo, si buscamos petróleo en una zona, durante muchos años y en forma infructuosa, no sería razonable seguir sosteniendo que hay petróleo allí: sería más razonable decir que “probablemente no lo haya, aunque podemos equivocarnos”. Lo mismo podríamos predicar de Dios o del puma de Vicente López.
Argumento contra la credibilidad de las fuentes. Las fuentes por las cuales nos enteramos de la existencia del Dios judeocristiano (la Biblia y otros textos religiosos) suelen abundar en historias implausibles, contradictorias, metafóricas, o manifiestamente falsas. Del mismo modo, los medios por los que nos enteramos de la supuesta existencia de un puma en Vicente López a menudo publican cosas que no son ciertas. ¿Por qué habríamos de dar crédito a esas fuentes? Y si esas fuentes no son fiables, y nuestra experiencia no nos ofrece evidencias, ¿por qué habríamos de creerlo?
Argumento de la ilusión deseable. Cuanto más deseable es una creencia, tanto más en guardia debemos estar en torno a la posibilidad de un autoengaño. Dios se adecua tan bien a nuestros mayores deseos (un garante de que sobreviviremos a la muerte y de que nuestra vida tiene sentido) que es lógico sospechar que ha sido inventado para satisfacerlos. Lo mismo podría decirse del miedo. Cuando algo se adecua a nuestros temores previos, es lógico sospechar que tal vez se trate de una falsa alarma que surge a partir de una distorsión que crean nuestras emociones.
Descartes pretendió probar la existencia de Dios con el siguiente argumento, palabras más, palabras menos: “Dios es todopoderoso, por tanto, no le puede faltar el rasgo de la existencia”. De este modo, no diferencia a Dios de la idea de Dios. Algo así como suponer que pensar en tener una noche ardiente con Scarlett Johansson equivale a haber pasado una noche ardiente con Scarlett Johansson. Lo mismo cabe decir del puma de Vicente López. Podemos creer que nos persigue cuando en realidad sólo nos acosan nuestras propias ideas.
Foto de apertura: «Puma al Ataque». Por Pedro Sánchez Montero (Chiapas, México)
Nota externa: Un concejo delirante. En el blog El Magma, 8/03/2012