

Para otras personas el gaucho correntino fue un benefactor de los humildes que repartía entre ellos las cosas que les robaba a los propietarios de latifundios denominados «estancias». La cultura popular hace sus procesos y tiene su propia alquimia. El que en el segundo cuarto del siglo XIX fuera tal vez un bandido rural, convive en la mente de los peregrinos junto con otras entidades de origen católico.
La oración en su almanaque alusivo dice, «Gauchito Antonio Gil: Humildemente te pido intercedas ante Dios para que se cumpla el milagro que tanto necesito. Te prometo que cumpliré mi promesa y te brindaré mi fiel agradecimiento, hoy y todos los días de mi vida».
Otra variante de la oración dice «y te prometo que cumpliré mi promesa, y ante Dios lo haré ver, y te brindaré mi fiel agradecimiento y demostración de fe en Dios y en vos, Gauchito Gil, amén».

La camisa y la bombacha del Gauchito son celestes, posiblemente a semejanza del cielo y la bandera argentina. Como todo gaucho lleva bombacha, que consiste en un pantalón de montar muy amplio pero ajustado en los pies, y chiripá, un poncho atado como un calzón por encima de la bombacha.
Detrás y a la altura de su cabeza, se abre una cruz enorme de color marrón rojizo, rodeada por haces de luz dorada y rojiza que surgen como si fueran la emisión de un aura de espíritu y poder desde la misma cruz . Alrededor hay un cielo celeste con algunas nubes.

Hace dos semanas viajé a Villa de la Quebrada en la provincia de San Luis. En ese lugar viven pocas personas. Pero cada mes de mayo durante cinco días aparecen 150.000 almas. Peregrinan para visitar el santuario de la Virgen y el Cristo de la Quebrada, a lo largo de una pesada espiral en la montaña donde se reproducen momentos del martirio de Jesús.
Sin embargo a la entrada de la Villa también encontré un santuario del Gauchito Gil con sus siempre presentes banderas rojas en forma de triángulos. El Gauchito murió, pero ahora es un espíritu que desde el más allá sobrenatural podría interceder ante Dios y hacer o propiciar milagros en el plano natural.
Tiene fuerzas como los santos venerados por el pueblo. Los creyentes hacen una transacción con el Gauchito, le piden milagros y a cambio le ofrecen promesas y ofrendas y le prenden velas rojas. Así le agradecen las curaciones milagrosas.

En las reuniones de la Villa de la Quebrada en los meses de mayo, también los devotos celebran bailes y consumen bebidas alcohólicas. El fisco de la Villa repleta de puestos de venta obtiene un buen lucro de los peregrinos.
Este 8 de enero los visitantes del Gauchito en Mercedes superaron las 100 mil personas. Hubo puestos de venta de recuerdos, comidas y bebidas En la pista de baile sonaba el chamamé, la música de Corrientes. Pero yo no compré en ese lugar el calendario con su imagen. Lo compré en la Plaza del Congreso de la República, en el centro de la Capital Federal. Estaba junto con calendarios que tenían diversas figuras de la Virgen Desatanudos y otros santos, héroes de la cultura popular y la política, y de un bebé con los colores y las estrellas del Club Boca Juniors.

Seguramente que no es casual la importancia del Gauchito en ese punto de la geografía argentina. Corrientes es un lugar de paso entre Argentina, Paraguay y Brasil. Algo así como un fuerte laboratorio de tradiciones amerindias.
Algunos evangélicos especializados en combatir espíritus territoriales suelen tomar como objeto de sus oraciones de guerra contra espíritus malos, las figuras de San La Muerte y el Pombero, irradiados desde Corrientes.
Fuente: Alcnoticias (2004)















