“Por mi olfato no se me escapaba que manejábamos un detonante tremendo para la captación del turismo, y había que reafirmarlo responsablemente… ¿Qué hubiera sido de nosotros si no hubiera aparecido la huella? Creo que Capilla del Monte no tendría la pujanza que tiene ahora. Todo lo de ahora se lo debemos a la huella de El Pajarillo...”. Estas inquietantes declaraciones fueron hechas por el ufólogo Jorge Suárez, quien entre 1986 y 1989 estuvo a cargo de la dirección de Turismo de Capilla, a «Lo que vendrá», un boletín que publicaba -allá por mayo de 1993- el escritor y esoterista Héctor Antonio Picco.

Cuando visité El Pajarillo, en febrero del ‘86, comprobé, junto con un grupo de oficiales de la Fuerza Aérea Argentina, a quienes conocí mientras recorrían la zona, que uno de los argumentos sobre los que se asentaba esa convicción (que el calor había llegado “de arriba hacia abajo”) era falso.

Lo que seguía siendo un misterio eran las causas del incendio.

Alegó que, con el apoyo económico de tres comerciantes, contrató a otros tres hombres, a quienes armó con sopletes surtidos con tanques de acetileno. “¿Vienen a buscar naves, algo que no existe? Bueno, ahí está. Ahí tienen algo para ver”. Esa dice que fue su reflexión cuando completó su obra. Nunca localicé a sus mecenas, y él tampoco hizo nada para faciltarme las cosas. Pude entrevistar a Pancho Lobo, un guía de turismo muy conocido por los vecinos. Pancho me dijo que, por esa fecha, había sido invitado a participar del montaje. “Me ofrecieron buen dinero, pero no acepté; me pareció un disparate total”, dijo.
Con todo, no aparecían evidencias de que detrás de la famosa huella hubiese algún contubernio. Hasta que conversé con Luis Bartolli, jefe del Cuerpo de Bomberos por aquellos días. Me dijo que era la primera vez que alguien se acercaba a preguntarle por el tema. Ya en confianza, el ex bombero me dijo que –a diferencia de otras ocasiones– cuando apareció la “mancha” del Pajarillo nadie le pidió que hiciera una pericia. 
¿Mis conclusiones? Confío en la inteligencia del lector.
(*) Esta columna fue publicada hacia 2001 en la revista “Córdoba X”, suplemento del diario La voz del interior. Revelo aquí el nombre de Basso porque –desde 1996 hasta hoy– ha sido citado por diferentes medios con relación a mi nota, si bien (como él mismo me adelantó) nunca se hizo cargo de su presunta responsabilidad públicamente. Su «testamento» a propósito de sus pretendidas picardías promocionales iban a formar parte de un libro que titularía «La oveja descarriada». No sé si lo escribió. Si así fue, ojalá haya quedado a buen recaudo.
Documentos relacionados (Pdf para descargar)
«…Y los E.T. nunca vinieron», revista Descubrir Año 6 Nº 63, Octubre de 1996.









