¿Usted recuerda haber autorizado a Google a leer nuestro correo privado? Ya nadie lee la letra chica de los dispositivos on-line (tal vez, distinto sería si uno tuviera que pagar en forma directa por ellos). Antes de enviar un email, Gmail advierte: «En el mensaje has escrito «te mando», pero no hay ningún archivo adjunto». El programa ignora la intangibilidad, el universo simbólico que caracteriza a la comunicación humana. Los abrazos no se adjuntan, Google. Se mandan. Estas reflexiones, acaso inmersas, por una vez, en la codificación de la Teoría conspirativa, pueden partir de una base errónea. A lo mejor, cuando Google nos recuerda posibles olvidos, sólo pretende decir que su servicio está pendiente de las necesidades del cliente. Aún así, la única verdad es la realidad: seguramente, hemos autorizado a Google a entrar en nuestra intimidad sin habernos tomado el tiempo de pensar lo suficiente en lo que representa, sin detenernos ante posibles e indeseables consecuencias.