He cometido el peor pecado que un blogger puede cometer: no utilicé el blog para anunciar mi participación en la Conferencia Mundial de Periodistas Científicos en Doha, capital de Qatar. Fui invitado por la Federación Mundial de Periodistas Científicos (WFSJ) por sugerencia de la colega Valeria Román, a quien agradezco haber pensado en mi para participar en la mesa redonda “Investigating Pseudoscience”, coordinada por Tatiana Pichugina (Rusia) e integrada por Alexander Sergeev, Vokrug sveta (Rusia), Kendrick Frazier, Skeptical Inquirer (USA) e István Vágó y TV2 Television (Hungría). (Dicho sea de paso, agradezco a Federico Kukso, quien compensó con su inglés mi inglés sin remedio).
Auspiciada por la poderosa Fundación Qatar (sus sedes en varios puntos de Doha son imponentes), a la conferencia no solo asisten grandes figuras de la ciencia y del periodismo científico de todo el mundo, también es notable la presencia de periodistas de Asia, Africa y Medio Oriente.
No sé si es por ese contexto multicultural colorido, efervescente y fraternal, pero por momentos me siento a bordo de la USS Enterprise. Espero tener tiempo para escribir alguna historia que honre el evento. Por ahora, dejo tres imágenes que capturé ayer.
Una, del eminente científico egipcio Ahmed Zewail, premio Nobel de Química 1999, miembro del Consejos de Asesores de Ciencia y Tecnología de Barack Obama y miembro del Comité Ejecutivo de la Fundación Qatar. Ayer, en la inauguración, dijo: “No hay nada fundamental en el Islam contra la ciencia. Hay una idea generalizada y parcial según la cual el Islam está contra la ciencia. Todo es parte de la percepción injusta sobre el Islam y los árabes en general”. La mirada sesgada hacia los científicos establecidos en las sociedades musulmanas carece del escepticismo que es fácil aplicar al criticar la astrología o la fusión en frío.
Hace 15 años la Fundación Qatar, anfitrión de la conferencia, financia iniciativas de investigación y educación, una indicación clara de que los países árabes estimulan la promoción de la ciencia. Ayer también, en una mesa dedicada al periodismo científico árabe, se desarrolló la problemática de operar en un medio adverso, “con limitaciones económicas, culturales y religiosas únicas” . Varios periodistas e investigadores árabes admitieron que sufren trabas a causa de las tensiones que existen entre la fe y la razón. Pero esos conflictos no los paralizan, del mismo modo que en Occidente la iglesia mas que impedir, entorpece el uso generalizado del uso del condón o el avance de la investigación en celulas madre. También hay instancias políticas, aunque es cierto que en Medio Oriente las fronteras entre autoridades civiles y religiosas son borrosas.
Esta otra escena, captada durante el workshop organizada por el equipo de Sense About Science (SAS), da una idea del ambiente cosmopolita. La periodista mexicana Leonor Sierra, un periodista de Kenia (que no se presentó) y Frazier, editor de Skeptical Inquirer. El tema de la conferencia: como aprovechar accidentes mediáticos, tergiversaciones o declaraciones insensatas -por ejemplo- para expandir el conocimiento científico de la población. Es decir, todo lo contrario a insultar, maldecir o amargarse, tal como hacen algunos devotos del escepticismo militante. SAS propone reencauzar la piolada, el error o el alegato sensacionalista a las aguas de la divulgación científica. No es una propuesta mala en absoluto.
Dejé para el final la imagen de la médica egipcia Nadia El-Awady, co-directora de la Conferencia, presidente de la Federación Mundial de Periodistas Científicos (WFSJ) y primera presidente de la Asociación Arabe de Periodismo Científico, durante su charla inaugural. Nadia deja la presidencia de la WFSJ tras haber organizado un evento grandioso. La sede original del encuentro iba a ser El Cairo, Egipto. Logró mudar el evento a Doha, Qatar, mientras celebraba la insurrección que derrocaba a Hosni Mubarack.
Una de las impresiones más agradables de estas primeras horas es la notable preocupación que flota entre muchos conferencistas acerca de la urgencia de enfrentar a las falsas ciencias (toda una mesa de ayer, en la que participó Valeria Román, abordó cómo el periodismo científico debe enfrentar sin atenuantes el creacionismo y sus secuelas), las tergiversaciones canallescas que practican algunos editores con tal de vender ejemplares y la mala divulgación a secas, o mejor diría, la divagación científica de aquellos colegas que tratan de «vestir de ciencia» a sus publicaciones en vez de comunicar sus avances de modo claro y efectivo.
Algunas cosas que cuento parecen un milagro mariano, pero sólo son parte de una metáfora que ayuda a explicar el hasta hace un rato enigmático retrato que encabeza este post.