En 2008 Rodrigo Rojas ya había realizado una animación de la mutación del baticono. La infografía del batimóvil está después del salto.

Las habilidades personales de Batman son las que consiguió gracias al entrenamiento de los músculos y del cerebro, como la intuición y la capacidad deductiva. No es cierto que fuera un superhéroe solitario: era gay y convivía con Robin, con la anuencia resignada, o progresista, del benévolo Alfred.
Aún sorprende que, en 1954, cuando el psiquiatra Fredric Wertham censuró la homosexualidad del dúo dinámico en su libro La seducción del inocente, causara tanto escándalo. Las historietas eran las responsables del auge de la violencia juvenil. ¡Y ni Wonder Woman tenía derecho a ser lesbiana!
Ahora ¿quién podría temer del encapuchado?

Con todo, ¿quién no percibió el temblor al peligro inminente, quien no palpitó sed de revancha cada vez que Robin, maravillándose ante su mentor con un «¡Santas triquiñuelas, Batman!», saltaban dentro del batimóvil, las compuertas del cuartel general se abrían entre la maleza cerrada y otra vez el batimovil avanzaba raudo, con su tobera a todo trapo, siempre a salvo de testigos indiscretos?

Pero hubo otros diseños, otros conceptos, otros modelos: la evolución del batimóvil recuerda a la de muchos otros objetos «modernos» en transición a una «neo-modernidad», donde lo antiguo aún es moderno al precio del contraste con «el último grito». Lo obsoleto premoderno sufre un estallido retrospectivo: sus secuelas están más allá de lo moderno.
Hace poco conversábamos con Dolores Pujol, editora de Yahoo! Argentina, sobre cómo Internet se la puso difícil a las prácticamente extintas revistas populares de ciencia y tecnología, que en otros tiempos ofrecían un plus no sólo en contenido sino en calidad gráfica. Hoy existen sitios en la web que borran esas fronteras, salvo los diferenciales más obvios (el magazine es más fácil de transportar e incluso de tener a mano, que la más portátil de las netbook).

Una cosa es cierta: muchas más personas que los lectores habituales de revistas la disfrutarán, y eso me debería alegrar. ¡Es el futuro! Pero un regusto a injusticia me repica entre esto que digo, lo que sé y lo que siento.
Para los amantes del papel la recuperación es lenta. O tan rápida como la bajada de un módem telefónico.
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