Muchos ufólogos refunfuñan toda la vida porque no encuentran científicos que estudien apasionadamente el dossier ovni. Pasan los años y nada: ninguno se inmiscuye hasta las tripas en el asunto de los objetos voladores no identificados. El astrofísico Neil deGrasse Tyson es miembro de la Sociedad Planetaria, del Consejo Asesor de la NASA y autor de varios libros de divulgación de la ciencia. No sólo es un gran científico. También es un entusiasta promotor de la difusión masiva de las preguntas con la que es posible acceder a conocimientos nuevos. No como el típico «profe didáctico», sino como un showman atrapante y sensible que ataca el punto con argumentos sencillos y ejemplos al alcance de cualquiera, aunque con más ironías que parábolas. Cuando se presenta en la tele maneja silencios dramáticos, rasga el aire con exclamaciones feroces y conmueve como si fuera un pastor evangelista. El Planetario Hayden, dirigido por Tyson, tiene una página donde luce como un rock star de la ciencia. Es inevitable recordar a Carl Sagan, a quien algunos colegas reprochaban que “bajara” para hablar de ciencia en prime time. No extraña saber, entonces, que Tyson haya sido fichado por el mismo Sagan en Cornell. Neil deGrasse Tyson maneja las claves de la comunicación directa (a la mandíbula) y hay momentos en que no sabemos si pesa más el doctor en astrofísica, el campeón de lucha libre o el bailarín que ganó una medalla de oro sudando ritmos latinos.
Con ustedes, el gran Neil Tyson. Que nos habla de la necesidad de robarse un cenicero cuando uno es abducido por un plato volador.
Vía Amazing.es y Moisés Garrido.