Algunas personas confunden bolsas de nylon con naves extraterrestres. ¿Por qué? Quién sabe. Algunos ufólogos desestiman rápidamente la hipótesis de la bolsa de plástico al barajar posibles explicaciones de objetos aéreos extraños más o menos distantes. ¿Motivo? Quien posea la respuesta accederá a la clave de uno de los misterios más peliagudos de la ufología.
No queremos alentar ninguna expectativa: el enigma no será develado ahora mismo.
Sí podemos intentar comprender por qué una bolsa viajera, en la cadena que une el consumo hogareño con las sepulturas ecológicas, puede cautivar más nuestra atención que un simple plato volador.
Algunos recordarán la extraña poesía de aquella película dentro de la película, la gloriosa escena de la bolsa plástica que bailaba embolsada por el viento en el film Belleza Americana (1999).
Hace un año, en una nota parecida a esta -pero más larga, casi para especialistas-, recordé la escena y desarrollé una tesis casi minimalista de la bolsa de nylon danzante, que para no entrar en detalles podría resumir como una suerte de teología hecha a medida de los ufólogos, que justifica la capacidad mimética de las naves extraterrestres (las cuales, como todo el mundo sabe, pueden metamorfosearse en aviones, planetas, estrellas fugaces y, desde luego, en bolsas de plástico).
Alguien fue más allá que Sam Méndes, director de Belleza Americana, y concibió otra película, titulada, precisamente, Plastic Bag.
El cortometraje fue escrito, dirigido y editado por el cineasta estadounidense Ramin Bahrani y fue narrado por el legendario director alemán Werner Herzog. Dura 18 minutos y se estrenó justo diez años después de Belleza Americana.
Si no vas a ver el trailer (alerta de Spoiler!!!) lo puedo resumir sin restar ninguno de los motivos por los que vale la pena verlo: es la crónica visual de una bolsa de plástico que busca a su dueña perdida, el ama de casa que se la llevó de la tienda, le dio un sentido a su existencia y luego la usó para levantar del suelo la caca de su perro, arrojándola al tacho de basura.
Durante su itinerario, la bolsa reflexiona sobre sus experiencias vitales, desde sus cruces con monstruos del cielo hasta trances proféticos, donde trata de entender su misión en el mundo: para reunirse con sus congéneres ella entra en el llamado Vórtex de Basura del Pacífico, donde se revuelca en el miserable destino de la sociedad de bolsas de la Tercera Edad, que acaban trituradas bajo el Tractor Molador.
La duda pendiente es si nuestra bolsa olvidará alguna vez a su Dueña, o si consagrará el resto de su existencia a rendir culto a su Creadora.
¿Y nosotros? ¿A dónde quiero llevar al lector en éste, nuestro propio viaje? A dos posibles moralejas.
1) Estos interrogantes son notablemente más edificantes que discernir si el ovni que muestra una película presentada por el ufólogo mexicano Jaime Maussán es una nave de verdad o, en fin, una estúpida bolsa de plástico.
2) Lanzar una pregunta a la multitud: ¿Necesito explicar que tanto el film como este texto son irónicos?
En cuanto al segundo ítem, preferiría escuchar un NO que aturda a los muertos.
Si hay algún interesado en conocer el motivo de mi preocupación deberá leer el debate que desató el post que mencioné en el inicio, titulado «Un ovni raptó a una vaca en Rosario ¿y a mí qué?».
Y si no lo leés, tampoco te perdés gran cosa, en tu lugar yo estaría leyendo El Péndulo de Foucault.