Visita a la historia de uno de nuestros parajes abandonados favoritos. O viaje al futuro desolador de la ciudad que no fue
Por Alejandro Agostinelli
Ignoro los motivos de nuestra fascinación por los sitios abandonados. No pienso reflexionar sobre el asunto, no quiero aburrir. Me conformo con traer la cuestión a la agenda y proponer un desafío: googleá “lugares abandonados” y vas a ver, el buscador te traerá desde sitios especializados hasta rankings con los 24 lugares abandonados más espectaculares, los 40 más escalofriantes, los 50 más misteriosos, etc. El tópico parece despertar cierto morbo ciberpop, máxime si lo que vemos se parece al futuro en ruinas imaginado por Enki Bilal en la Metal Hurlant o en el Blade Runner de Ridley Scott. Es lo que sucedió en este caso: la curiosidad nos catapulta hacia el imaginario tecno y somos atrapados por notas sobre refugios atómicos descartados, islas desocupadas a la deriva, laboratorios destartalados o construcciones modernistas abandonadas.
Conocemos desde hace rato el balneario para militares edificado en 1978 en Sanzhi Pod City, comunidad de Taipei, Taiwán, que supo ser el proyecto de urbanización de un complejo vacacional temporario, destino para integrantes de la armada estadounidense residentes en Asia Oriental.
Nadie sabe exactamente cuándo, pero pronto copó la parada la versión según la cual el complejo habitacional había sido construido sobre un cementerio de soldados holandeses. Y fue así, tan pronto ese runrún comenzó a circular, que la ciudad del futuro quedó detenida en el tiempo.
Las sospechas sobre la presencia de una vieja necrópolis coexistiendo en el sector permiten pegar el bendito salto a la especulación paranormal: los restos humanos delatarían la presencia de espíritus inquietos, que, vaya a saber cómo, se las han arreglado para impedir la prosperidad de aquello que se concibió como un fabuloso negocio inmobiliario. O de sabotear la construcción, ya que en su curso hubo quienes mentaron suicidios y accidentes. Otros atribuyeron las calamidades al dragón chino que pusieron en la entrada del complejo, que partieron al medio para ampliar la entrada. Y así pasaríamos de la especulación paranormal a cierta clase de violación de tabúes religiosos.
De esta manera, el truculento prestigio del área estaría justificado. Nadie hablará de una mala inversión: sería lo paranormal, y no la segregación paranormal, la responsable del sabotaje.
Dos años después de estas versiones, el complejo de Sanzhi, en su precioso entorno costero, era un balneario fantasma. Y sus viviendas plativolistas acentuaron el parecido del paisaje a un campo de aterrizaje extraterrestre fallido.
La idea original de esta Ciudad Futura provino de Sanjhih Township, dueño de la fabrica de plásticos Yu-chou. Intervino en el diseño Matti Suuronen, un arquitecto finlandés que todavía hace alarde de sus ideas originales para el diseño de la frustrada urbe. Al cabo de unos meses, Yu-chou se declaró en quiebra. Un diseñador de interiores de apellido Lin, subcontratista del Grupo Kuo Hung, declaró al Taipei Times que a causa de una serie de problemas financieros tres bancos diferentes se adueñaron del emprendimiento. Lin desestimó los rumores sobrenaturales que rondaban el sitio, acaso sin saber que hasta ese momento sólo cotizaba por eso. “Este lugar no está embrujado, no se han visto fantasmas, y si hay accidentes es porque por ahí pasa una carretera”, aclaró.
Video típico tomado por visitantes a la ciudad platillista abandonada.
La realidad, esta vez, resultó menos interesante: el Grupo Kuo Hung había invertido US $ 24 millones en el proyecto, que consistía en construir un montón de casas con forma de ovni en hormigón armado recubierto por plástico reforzado con fibra. Todos quedaron chochos con la propuesta estética. Pero se presentó un problemita: las estructuras resultaron vulnerables a los terremotos y nadie se quiso arriesgar. Por eso Sanzhi City nunca fue habitada. Es más: nunca nadie se atrevió a pasar sus vacaciones allí. Sólo algunos turistas, enterados por menciones como ésta (que han proliferado en casi todos los idiomas), se acercaron a tomar fotografías, a ingresar en algunas viviendas y, eventualmente, a llevarse algún souvenir.
En 2008 los banqueros decidieron demoler el complejo. Así, en un futuro, mejor dicho, en otro futuro, rehabilitarán la zona como centro turístico, con hoteles y espacios de entretenimiento. No sobran motivos para ser optimistas. Probablemente, nada de lo que intenten hacer tendrá el atractivo involuntario que supo tener nuestro viejo cementerio futurista de naves abandonadas.
Alejandro Agostinelli (2015)
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