Ante los ojos curtidos de un experto en escenografías extraterrestres, la primera impresión que causa Aéroflorale II, es la misma que ver una nave aérea como las que invadieron los Estados Unidos entre 1896-97.
Aterrizada en Avenida de Mayo, entre Bolívar y Perú, la máquina, posada sobre el asfalto, es un monumento al desparpajo. Aéroflorale II es una pesada estructura mecánica con la estética de las novelas de Julio Verne colmada de macetas, en el escalofriante entorno espacio-temporal del temporal que el viernes empapó Buenos Aires.
Nadie la vio aterrizar.
A pocos minutos de llegar, un muchacho con aspecto de funcionario gritó al celular:
–Poné Aterrizó la nave en Avenida de Mayo.
Y eso leímos, horas más tarde, al googlear “Expedición Vegetal”, el nombre del proyecto. El que dictaba era el jefe de Prensa del Ministerio de Cultura de la Ciudad, y el redactor obediente podría haber sido de Noticias Urbanas. O de Infonews. O el de cualquier otro medio, la imagen de la nave recién aterrizada es casi tan obvia como el título de nuestro post.

Incluso para uno, que viene de presentar un recurso de amparo en la Defensoría del Pueblo porque el gobierno te dio, y luego te quitó, por un grosero error de sistema de inscripción online, al igual que afectó a miles de familias, la vacante que le tocaba a tu hijita, la impresión seguirá siendo fuerte. La idea está buenísima, pero no podrás evitar preguntarte en qué estaba pensando Hernán Lombardi, Ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, cuando su colega Esteban Bullrich, ingeniero en sistemas a cargo del Ministerio de Educación, no estaba construyendo las escuelas que ahora faltan. Ya lo sabemos: no estaba pensando que los estímulos culturales deben estar en sintonía con las preocupaciones sociales básicas. Por lo demás, cada cual atiende su área, del mismo modo que cada cual atiende a las expectativas de la clase social que representa, pero si suponemos que ambos son comisarios de la misma nave, ¿no le hace ruido a uno ir en Rolls Royce si el otro va marcha atrás en un fitito? 
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Un chico con una filmadora pocket se acerca a un personaje larguirucho, uniformado como Robur-le-Conquérant, que parece ser el que más ganas tiene de hablar.
–¿Qué es?

La pseudociencia no consigue recorrer el mundo en un aerostato quieto. Eso era arte y chamuyo. Si no fuera francés, aquel científico parecía un porteño vendiendo un buzón.
– ¿Y cómo hacen, le pregunto, para convencer a los escépticos de que este cachivache puede volar?
–Ah–, responde. Nosotros no tratamos de convencer a nadie. Los globos son inflados por los motores de combustión de gas y las hélices comienzan a girar gracias a la energía de las plantas. Si quieren pueden quedarse y ver a la nave despegar.
Habíamos estado conversando con François Delarozière. Lo supimos después, cuando vimos su foto googleándolo. Porque ninguno de los operarios del proyecto usa su nombre, son todos actores representando un papel.

Pero está plantado en una ciudad donde gobierna un partido clasista. Un gobierno para el cual la energía (la educación, la salud, las obras públicas) sólo es posible para quienes la puedan pagar.
Aéroflorale II es una rosa en el pantano.
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