“Buenos Aires está cada vez más parecida a Macondo”, dice mi amigo Alejandro Frigerio. “¿O es idea mía?”, matiza (los antropólogos nunca son sentenciosos). No lo dice porque hayan aparecido bebés recién nacidos con cola de cerdo arrastrados por hormigas a sus madrigueras. O porque un huracán borrase de la memoria de las personas el nombre de las cosas, obligándolas a rotularlas –sin pensar que además iban a olvidarse de leer–. Frigerio se pregunta si Buenos Aires se parece cada vez más a Macondo y proporciona algunos indicios (él mismo escaneó las páginas de «Clarín» que ilustran este post). Pero no avanza más allá. Aquí, donde podemos especular con la libertad que da estar afuera de las cátedras, podemos arriesgar alguna hipótesis. Tal vez, se ha vuelto a activar un mecanismo psicosocial, de esos que producen hechos sociales seriales –siempre sorprendentes, pero condenados al olvido–, que ha puesto sobre las calles una extraña fauna, más enigmática que salvaje, sin explicación. O que, si la tuviere, genera acontecimientos fantásticos y es capaz de dejar huellas de su sospechosa presencia en la misma página de un diario, sin que esto afecte en absoluto su voluntad de manifestarse en el mundo real.
Frigerio nombra a Macondo para hacerle un guiño a su generación. Los más jóvenes, je, podríamos decir que los callejones de ciertos suburbios se cruzan con el limbo de “Lost”. Los más viejos pueden pensar en El Familiar, ese perro demoníaco que, en tiempos del Ingenio Ledesma, salía a devorar a los peones que molestaban con reclamos insolentes a la patronal.
Pero el monstruo que desde hace varias semanas deambula a través del conurbano bonaerense es una especie de Golem. Es una criatura multiforme que se reconstituye como el Terminator líquido, o como las visiones zoológicas de Carlos Castaneda, ya que puede ser distintos animales a la vez: un puma vegetariano que araña las paredes sin dejar ningún otro rastro, una pitón de seis metros poco amiga de los flashes y, durante doce días, un caniche toy llamado Astro, como la mascota de «Los Supersónicos», desaparecido en un vuelo de Salta a Ushuaia.
Aerolíneas Argentinas aseguró durante varios días que no tenía la menor idea sobre el paradero del perro (que según otras fuentes se llama «Astor»), aparentemente desvanecido entre los trastos del Boeing. Esta historia estuvo al filo de reproducir una leyenda urbana que suele contar Jan Harold Brunvand, según la cual una compañía aérea halló un perro muerto en la bodega del avión. Para evitar el juicio de la dueña, tiró el cadáver a la basura y le devolvió otro perro, bastante parecido al finado, comprado a la sociedad protectora de animales. “¿De qué broma macabra se trata? ¡Este no es mi perro! ¡Mi perro ha muerto, lo traía a casa para enterrarlo!”, gritó la pasajera al enviado de la línea aérea.
El caniche toy perdido al final reapareció (se lo había llevado una empleada del aeropuerto de Mendoza) sin otra consecuencia que la lógica rabia de la pasajera. (Ver ADDENDA)
No es lo que sucede con el puma fantasma que atemoriza desde hace semanas a los habitantes de Zona Norte de la provincia de Buenos Aires, donde debe sobrevivir de cazar pájaros en las copas de los árboles, porque hasta ahora ningún vecino informó haber hallado los huesos pelados de su mascota. Justo cuando la búsqueda del felino comenzaba a flaquear, apareció una pitón en Pilar. Nadie informó haberla visto, pero eso no fue problema para que el 9 de marzo circulara en los medios un preciso trascendido: “hace unos tres días huyó de una casa del country San Francisco, donde tenían como mascota a la víbora”, que “puede medir más de seis metros de largo y pesar hasta 140 kilogramos”.
¿Qué significan estos animalitos que dan miedo y se esconden, como si quisieran asegurar la vigencia del enigma? ¿Vale preguntarse por su paradero o, como sugería Roxana Kreimer, es una pérdida de tiempo buscarlos antes de tener evidencias de que están en algún lado aparte de la imaginación popular?
En el caso de Alejandra Navarro, la dueña de Astro, para recuperar a su mascota bastó con golpear los mostradores de Aerolíneas Argentinas suficiente cantidad de veces.
Los otros son rumores urbanos. Hubo un tiempo en que “estaban en el aire” de la cultura que respirábamos, era imposible oír hablar de ellos sin el voz en voz. Ahora, la casa del monstruoso efecto de los espejos enfrentados son las redes sociales. Casi siempre, sus usuarios replican lo que pescan en los medios. Y cuando no es así, cuando son los grandes medios los responsables de multiplicar el espanto, estas historias se parecen más a un producto de marketing periodístico y menos a noticias. Ni siquiera son el pálido reflejo de reales leyendas urbanas (no hay una historia intrigante o atractiva que contar), o fenómenos sociales originados desde el llano, como tantos que surgen en la cultura popular antes de ser instalados –y eventualmente cebados– por los medios.
Las opciones serían, entonces, reducir la imbecilidad mediática o crear una oenegé integrada por teratólogos sociales dedicados a explicar, a los que pocos que todavía tengan ganas de escuchar, de qué limbo salieron todos estos mostros.
Mientras tanto, los periodistas seguimos siendo el animal más peligroso.

ADDENDA AL 17/03:
Por el comentario de una lectora del blog, quien acertadamente acusó al autor de esta nota de «estar creando una nueva leyenda urbana», supe que seguían buscando al caniche Toy perdido en el vuelo de AA. Mi fuente para darlo por reencontrado fue una nota publicada en el diario Perfil. La redactora de la noticia, Josefina Hagelstrom, me facilitó el celular de Alejandra Navarro, la dueña del perro. Este mediodía lo seguía buscando en la ciudad de Mendoza, acompañada por personal de la línea aérea y de una sociedad protectora de animales.

Ilustración de portada: «Monstruo sobre la ciudad» Por Carlos Carmona en Arte al día OnLine

Nota externa: Un concejo delirante. En el blog El Magma, 8/03/2012

El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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