Un día antes de Nochebuena salió en Ciencia bruja de Yahoo! un artículo donde la historiadora María Cristina Longinotti desacraliza la figura papanoelera; bueno, en realidad le restituye su espacio en el folclore nórdico pagano, no sin agregar a la cosa un atractivo toque de demonología. Dicho lo cual –y tras ver las primeras reacciones de los lectores- tal enfoque comporta beneficios indirectos a quienes consideran que el único sentido que tienen estas fechas es celebrar el gran hito/mito fundacional cristiano, esto es el alegado día en que nació el profeta del dos veces milenario movimiento.
En el proceso de búsqueda de referencias útiles separé un breve ensayo publicado en una revista especializada en cultura cannábica donde Dana Larsen, autora de “Los secretos psicodélico de Santa Claus” (18-12-2003). Larsen afirma que, por más cristiana que muchos la pretendan, la celebración navideña tiene que ver con tradiciones chamánicas de tribus del norte de la Europa pre-Cristiana.
Dice Larsen que detrás de Papá Noel subyace el hongo rojo y blanco, mágico o sagrado, de la muscaria amanita o “mosca agárica” de los cuentos de hadas. Éste –escribe– contiene potentes compuestos alucinógenos, siendo usada antiguamente para “viajes” en el restringido y trascendente sentido que le podemos dar a la expresión “viajes”.
Este artículo, como leerá quien quiera profundizar, relaciona a Papá Noel, los árboles de navidad, los renos y los regalos con rituales de cosecha y consumo de hongos. Al parecer, las tribus del Norte del mundo creyeron en un árbol mágico cuyas raíces crecían hacia el sub-mundo, su tronco era la “tierra media” de la existencia diaria, y sus ramas alcanzaban el reino divino. La estrella en la punta toca el cielo, el espíritu del chamán asciende el metafórico árbol hasta rozar o superar el reino de los dioses. Por otra parte, la prodigiosa capacidad para replicarse del hongo que consigue, “sin semilla visible alguna”, ser relacionado, por simple magia simpática, con el “nacimiento virginal” de algo o alguien. De allí surge la idea de la malla o los rizos plateados con la que cubrimos el árbol de Navidad, y colige Larsen: “Es el rocío de la mañana, que fue visto como el semen de la deidad”.
Otro detalle sorprendente es el tratamiento que reciben los hongos de amanita, ya que, por seguridad, no son consumidos tal como se los extrae de la naturaleza. ¿Cómo se los procesa? Un héroe o un reno heroico que, habiendo consumido previamente el producto, lo metaboliza en su cuerpo y luego, al eliminarlo vía orina, produce un efectivo alucinógeno, cuyos efecto chisporroteante es menos violento que la ingesta de la pócima pura y dura y parecido, pero anterior, al consumo de alcohol.
Esa orina procesada era la que provocaba aquellos mareos psicodélicos que, si la autora tiene razón, nos llevan a creer en cosas tales como que Santa Claus, el súper chamán, puede cruzar el cielo a bordo de un carruaje tirado por renos voladores.
Quien desee conocer más detalles sobre el origen de, por ejemplo, el eufórico “Ho, ho, ho!” de Santa, puede seguir leyendo aquí:
Los secretos psicodélico de Santa Claus. Por Dana Larsen, 18 de diciembre 2003
The psychedelic secrets of Santa Claus (Fuente original)
Ahora sí: Feliz Navidad! 🙂