
¿Por qué pensás que la gente necesita creer en estas cosas?
No está demostrado que las creencias religiosas o paranormales sean “una necesidad”. De hecho, creer en lo paranormal o en entidades todopoderosas que controlan el mundo no es un imperativo biológico o cultural en ciertos grupos sociales. Hay comunidades ateas que no sólo no parecen necesitar tales creencias sino que las combaten (*). Tampoco son creencias que se dan en forma simultánea y universal. Hay quienes creen en los milagros de la Virgen y no en el horóscopo. O quienes creen en la existencia de los meridianos de la acupuntura, pero no en la telepatía. La creencia en fantasmas comparte con la religión espiritista su fe en un más allá donde moran nuestros seres queridos, donde ya no hay dolor y sus existencias incluso están a tiro de médiums. Otras creencias, como la efectividad que la medicina científica le niega a las pseudocientíficas, o los cadáveres extraterrestres que ocultan el Pentágono, se sostienen con argumentos de base conspirativa, según los cuales el poder se ha confabulado para decidir ocultarlo todo en nombre de quienes quedamos fuera del complot. La confianza en las terapias de eficacia no comprobada acaso sí esté en relación directa con la necesidad de soluciones mágicas a problemas de salud difíciles de resolver por vías convencionales.
¿Por qué hay quienes insisten en sostener su creencia?
Porque quieren creer; porque les cae pesado que les agüen la fiesta; porque forma parte del cuerpo de representaciones culturales con que esta persona ha construido su entorno, sus relaciones o su lugar en el mundo. Estas creencias son sistemas que pueden dar el sentido a una vida. Por ejemplo, el creyente en las casas embrujadas siente que ahora su vida tiene un significado más excitante que antes, cuando carecía de esa creencia. Un tipo algo tímido que de pronto adhiere a la astrología a lo mejor descubre en la carta astral esa seguridad que le faltaba.

Tampoco es posible asegurar que la fuerza con la que algunas personas defienden su creencia en determinadas experiencias o fenómenos inusuales es tan cierta como la presentan. Hay mucho de puesta en escena, cierto intento de persuadir que esconde el deseo de reforzar los propios argumentos, que admite endebles. Hay grupos religiosos que se muestran cohesionados ante el recién llegado, pero cuando sus adeptos discuten a puertas cerradas las aplicaciones prácticas de su doctrina se tiran de los pelos.
(*) En algunas sociedades las instituciones religiosas occidentales no han penetrado y prevalecen formas animistas de la religión. Es el caso de Estonia. (En este reciente informe de la BBC, se da un equívoco frecuente: confundir religión con cristianismo, como si el cristianismo fuese la única religión posible).







