A fines de este año, Mauricio Macri, jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, instruyó instalar 25 adornos navideños (formados por tres enormes bolas unidas) en otras tantas plazas. Junto a ellos, el dirigente del Pro (Derecha-Derecha) hizo construir varias casillas que fueron habitadas por unos señores hacinados dentro de sus trajes de Papá Noel. Dos o tres chicas vestidas de duendes cooperaban con estos Santa Claus abúlicos, que distraían a los niños o a padres babosos mientras estos espantapájaros rojos se hidrataban o fumaban a escondidas.
La iniciativa pretendía que los ciudadanos donaran juguetes o ropa, pero estuvo tan mal comunicada que nadie sabía qué significaban esos ornamentos a-funcionales empotrados en los espacios verdes de la capital. Las tres pelotas abandonadas mantienen vivo ese fracaso. ¿Y ahora? Ahora la Navidad 2010 ha llegado a su fin. Macri ya puede hacer quitar sus bolas anti-bonsai.

Pero, como los a-religiosos jamás seremos consultados, nos conformaría con que Macri retire sus bolas. La Navidad terminó.









