La Universidad Empresarial Siglo 21 difundió en estos días una encuesta a 1.027 hombres y mujeres residentes en las ciudades de Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Corrientes, San Miguel de Tucumán, Comodoro Rivadavia y Mendoza. El sondeo es una muestra gratis del crisol de creencias criollas y desnuda peculiaridades que se pueden atribuir a una encuesta imperfecta o, quizás, a contradicciones propias del sentir nacional y popular. Hay creyentes que desobedecen por un lado el culto que sostienen por el otro y guarismos que estallan ante las catedrales como si de un complot de Richard Dawkins se tratara. Hay antinomias notables, leves contrariedades, como la de los ateos confundidos, y perlas memorables. Vamos a revisarlas.
Contrariedad 1. Según el estudio, casi el 60 % de los encuestados cree en la vida después de la muerte. También enseña que siete de cada diez argentinos cree en milagros. Y ratifica que nueve de cada diez coterráneos cree en una deidad –tal vez, nebulosamente respetuosa del canon bíblico–. Parte de los no creyentes, confinados en un eterno 10 %, parecen inseguros respecto del significado de la religión: el 23,3 % que “no cree en dios” respondió, a la vez, creer en “una entidad superior”. Esto es curioso. Pero lo es aún más comprobar que casi el 19 % de los no creyentes ¡asegura creer en la vida después de la muerte!
Otros hallazgos confirman los resultados de un sondeo más inquietante, realizado en 2008 sobre 2.403 casos. Es la olvidada Encuesta Nacional Sobre Creencias y Actitudes Religiosas realizada por el CEIL-PIETTE del CONICET.
Contrariedad 2. Los argentinos tienen convicciones autónomas respecto de posturas que la Iglesia Católica defiende con especial ferocidad. El 64 % de la población, por ejemplo, acuerda con permitir el aborto en ciertas circunstancias. Lo mismo opina el 68,6 % de entrevistados católicos, a contrapelo del exasperado antiabortismo eclesiástico. Otra: cerca del 90 % de los argentinos (religiosos y no) pretende que el gobierno facilite el uso de preservativos para prevenir el sida. Un método profiláctico y preventivo de embarazos no deseados que escandaliza a la Iglesia y un atenuante contra el crecimiento demográfico, otra bomba de tiempo que el clero siempre ha minimizado.
Contrariedad 3. Según la encuesta, la mitad de los argentinos dice: “hay que financiar a todas las confesiones religiosas o en su defecto a ninguna”. El 60 % rechaza que el gobierno sostenga solamente al culto católico. Sólo el 27 % de los entrevistados acepta que el Estado se haga cargo de salarios de obispos y pastores. El trabajo del CEIL-PIETTE es publicado por la Secretaria de Culto, donde hay 2.500 cultos inscriptos y desde donde opera la Dirección General del Culto Católico, que, entre otras cosas, se ocupa de “proponer el proyecto de presupuesto anual para el sostenimiento del culto católico e intervenir en su ejecución.” La Secretaría es muy pluralista o ni sabe lo que publica.
Contrariedad 4. Según una revisión del drenaje de fondos estatales al Episcopado, el periodista Eduardo Blaustein estimó que la Iglesia Católica recibe “más de 2.500 millones de pesos anuales”. Esa caja paga viajes pastorales, 437 institutos que actúan a través de 4.500 casas y obras apostólicas y el sueldo de 122 arzobispos y obispos, 1.600 seminaristas y 640 sacerdotes. El aporte de creyentes en dioses diversos o de desalmados sin credo va a parar a escuelas confesionales, tanto religiosas como muchas otras que figuran como “privadas” o “sin información” (aunque también son parte de la estructura eclesiástica). La encuesta del CEIL-PIETT refleja otra discrepancia: la mitad de los entrevistados quiso una “materia general” de religión y se muestra a favor de subsidiar sólo a aquellas escuelas religiosas que asisten a las poblaciones carenciadas. Sólo 14 % apoya enseñar “exclusivamente” la religión católica. Tal vez, ésta minoría es la que tiende a creer que la Iglesia merece tales privilegios porque “es mayoría” o porque “predica la piedad y la caridad”, dos asertos discutibles de quienes deberían empezar por respetar a creyentes de otros credos o adherimos a una moral sin dogmas, como quería José Ingenieros. ¿Suena muy ridículo invertir esos millones en mejorar la educación pública, laica y gratuita?
Contrariedad 5. La misma encuesta expone que el 76 % de la población católica afirma concurrir “poco o nunca” a los lugares de culto. El 61 % “se relaciona con Dios por su cuenta”, fuera de los ámbitos eclesiásticos financiados por el Estado. Sólo el 23.8 % participa con frecuencia en las ceremonias del culto y un 26.8 % “no asiste nunca”. Nuestro país sostiene al culto católico desde hace 200 años. España, Brasil, Uruguay y Chile eliminaron ese tipo de financiamiento. “Difícilmente pueda decirse que la Argentina es un país más católico que Chile o España”, escribe Blaustein. En realidad, los practicantes no son tantos como la Iglesia pretende ni sus principios son defendidos por la mayoría que se define como católica.
¿Qué sentido tiene sostener templos que hasta sus fieles dan la espalda? Puede que esos fondos se desvíen por tradición, como aquel granadero que custodia un predio vacío, pero donde hace 127 años había un cañón.
La encuesta, confrontada con el relato social de la Iglesia, habla claro. Mientras tanto, agnósticos, ateos, evangélicos, judíos, budistas, musulmanes, newagers, no religiosos y religiosos sin iglesia son despojados del dinero de sus impuestos. Fondos que la clerocracia luego usa para dar asueto a los alumnos de sus colegios para ir a condenar el matrimonio igualitario, para adherir al código que calla las felonías de sacerdotes pederastas y para conspirar contra cualquier decisión popular, oficial o judicial que afecte a su doctrina, que casi no es aplicada o compartida por los católicos.
La relación entre la Iglesia Católica y el Estado argentino ha dejado de ser solamente parasitaria. Sus fundamentos, si es que alguna vez los tuvo, estallan a niveles de estafa social. ¿No será hora de exorcizar tanta esquizofrenia? ¿O acaso ya ni Dios nos tiene fe?
Una versión resumida fue publicada en la revista Newsweek Argentina del 25 de agosto de 2010.
Addenda: Mario Bunge leyó este artículo y me escribió:
«Si se resuelve sostener a todos los 2.500 cultos, yo me voy a apuntar al de la Difunta Correa. Aspiro a fundar y dirigir la Universidad Camionera Difunta Correa.
Firmado:
Mario Bunge,
Rector, U.C.D.C.»