Adiós a los hombrecitos verdes

Pequenio hombrecito verdeVistas en perspectiva, las mismas cosas adquieren otro significado. La invasión de “enanitos verdes” que ocurría hace treinta años en la ciudad de La Plata, Argentina, comenzaba justo cuando dejábamos atrás a los “hombres de verde”. Esto no pretende ser psicoanálisis cultural (si así lo parece, excúseme Maestro Bunge) ni una estúpida metáfora; no podría serlo si recordamos que en Diciembre de 1983 los argentinos comenzábamos a dejar atrás a una dictadura atroz, que secuestró, torturó y asesinó a una generación en nombre de la “civilización occidental y cristiana” y embarcó a sus jóvenes a una matanza en una isla desolada. Quiero decir que justo cuando los argentinos recuperábamos la democracia una legión de “enanitos verdes” asustaron a los vecinos del barrio platense de Villa Montoro.

Tampoco vamos a exagerar: fue una nota de color, y casi una nota al pie de la realidad social de aquellos días. Como para desmentir a quienes solían argumentar que lo sobrenatural surge en tiempos opresivos, en plena euforia política los medios se ocuparon de la increíble historia de la casa abandonada de aquella barriada platense. Allí, en una casa deshabitada con fama de encantada, una barrita de pibes había enfrentado a una pequeña jauría de duendes okupas. A veces tenían “un solo ojo y la piel arrugada”, otras aterrorizaban a los peatones con sus risas chillonas y casi siempre desaparecían antes de que cualquiera pudiera dar caza a su endiablada existencia.

Yoda y Luke
No es Yoda. En 1983, en “El regreso del Jedi”, aparece un poderoso «enanito verde».

Mientras la noche ocultaba a los “enanitos verdes”, otra legión de criaturas se apoderaba de la ciudad de las diagonales. Ellas aportaron imaginación viva y ahorraron el trabajo de novelar la realidad a cronistas como Hipólito Sanzone, a cargo de la cobertura del caso para el diario El Día. Ellas, genuinas protagonistas de esas jornadas, deambularon por Villa Montoro a toda hora del día y le dieron a la barriada esa atmósfera irreal, ese ambiente extraterrestre. Fueron los investigadores del C.I.F.A. (Centro Investigador de Fenómenos Anormales) y del C.I.C.E. (Centro Investigador de Cuerpos Extraños); Roberto Olivera, un canalizador/catalizador de energías cósmicas que iba a ser conocido como el primer marido argentino de la profetisa brasileña Valentina de Andrade y cofundador del Lineamiento Universal Superior (L.U.S.); Jorge Miguez, el adolescente que era citado para conciliábulos secretos por dos extraterrestres, Fix y Zenks, a quienes incorporaba en estados donde el chico de 14 años parecía perder el conocimiento; el parapsicólogo Oscar Avendaño, depositario de un mensaje de Clatú (una versión simplificada del Klaatú del film El día que paralizaron la tierra); la Mae-de-santo María Cristina Fornasari, quien se propuso liberar de la posesión (desencostar) al niño Míguez y presumía de su autoridad para ordenar a los extraterrestres la destrucción de la Tierra; los contactados que irrumpían durante las jornadas de vigilancia nocturna para rebautizar a los testigos; Ricardo González, también conocido como El desdentado, que merodeaba entre todos y murmuraba revelaciones privadas de los extraterrestres; Marisol, la joven de 18 años que, en trance o en estados similares al trance, gritaba a su familia que su nombre era Cleica y que estaba en contacto con pequeños alienígenas de un solo ojo; y, por último, las vivencias del recopilador de todas estas aventuras, Claudio Omar Rodríguez, sumergiéndose junto a su compinche Anahí entre esa selecta porción de la muchedumbre que visualizó, incorporó y recibió información que resumía, por medio de psicografía, telepatía o la canalización, lo que los extraterrestres tenían para decir a los argentinos durante la primavera democrática.

Todos esos días  de gente (rara)

Claudio Rodríguez. Foto: Alejandro Ilukewitschn
Claudio Rodríguez. Foto: Alejandro Ilukewitschn

Estas líneas son, apenas, una introducción posible a la gran historia que cuenta en primera persona Claudio Omar Rodríguez, periodista platense hoy radicado en Monterrey, México. Claudio escribió la historia de los “enanitos verdes” de Villa Montoro de memoria; digamos también que él mismo sabe que los acontecimientos que se despliegan ante sus ojos, sus propias acciones en medio de lo extraordinario, merecen una película. La distancia no le permitió revisar hemerotecas, pero evoca cada detalle con una precisión exquisita –al extremo de sincerarse con un antiestético “no me acuerdo” en vez de omitir, exagerar o fabular.

En su crónica “Encuentros cercanos con raros tipos. Enanitos verdes alienígenas en tiempos del ‘E-T´, Yoda y Luciano el marciano”, que acaba de publicar en Pdf y liberar a los interesados, relata las peripecias que le tocó vivir mientras salió a la calle a buscar “la verdad” sobre lo que estaba aconteciendo en aquel barrio, tan próximo y repentinamente tan lejano del sitio que reconocía como su ciudad natal.

El primer "enanito verde". Fue capturado por la Kodak Instamatic de un médico. En febrero de 1979, durante una excursión familiar a Puente del Inca, Mendoza, el doctor Juan Nobital tomó varias fotografías. Cuando reveló el rollo, en una de las placas descubrió dos imágenes caprichosas. Pensó en un defecto en la emulsión de la película y cajoneó la copia. Era una silueta espigada con cabecita de fósforo encendido. Desmembrado, vaporoso y con algo de voluntad, se parecía a un duende de cuento. El ufólogo Victorio Corradi, en cambio, vio un humanoide y su nave. Lo que algunos llaman un ovni “fortuito” o “fantasma”. Nobital, cuando hizo la toma, no vio nada. Pero la mancha causó un impacto perdurable: Nobital y Corradi viajaron a Buenos Aires invitados por Mónica Cahen D’Anvers (Telenoche, Canal 13) y, si bien el humanoide era color naranja, inspiró el nombre del grupo de rock liderado por Marciano Cantero, Los Enanitos Verdes.
El primer «enanito verde» de los setenta. Fue capturado por la Kodak Instamatic de un médico. En febrero de 1979, durante una excursión familiar a Puente del Inca, Mendoza, el doctor Juan Nobital tomó varias fotografías. Cuando reveló el rollo, en una de las placas descubrió dos imágenes caprichosas. Pensó en un defecto en la emulsión de la película y cajoneó la copia. Era una silueta espigada con cabecita de fósforo encendido. Desmembrado, vaporoso y con algo de voluntad, se parecía a un duende de cuento. El ufólogo Victorio Corradi, en cambio, vio un humanoide y su nave. Lo que algunos llaman un ovni “fortuito” o “fantasma”. Nobital, cuando hizo la toma, no vio nada. Pero la mancha causó un impacto perdurable: Nobital y Corradi viajaron a Buenos Aires invitados por Mónica Cahen D’Anvers (Telenoche, Canal 13) y, si bien el humanoide era color naranja, inspiró el nombre del grupo de rock liderado por Marciano Cantero, Los Enanitos Verdes. Fuente: «Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina». Por Alejandro Agostinelli (Random House, 2009).

Rodríguez no es un escéptico; él aún cree, no atribuye las descargas energéticas de los contactados a electrodos o sugestión, para él “algo hay”; pero no extiende un cheque en blanco sobre su papel durante aquellos días, sabe a todos “pasados de rosca”, y en su mirada actual tiene la generosidad de franquear sus antiguas creencias y temores. Sus recuerdos incluyen precisiones contextuales. Se acuerda bien, por ejemplo, que durante Diciembre de 1983, en La Plata, ya habían desembarcado “E.T” de Steven Spielberg, “Monguito”, su parodia criolla, Yoda en “El regreso del Jedi” y el abominable “Luciano el marciano” de la televisión nacional.

En ese marco un testigo de 14 años alcanzó de un ladrillazo la pierna de uno de estos extraños seres, el mismo autor detectó pisadas de zapatos grandes como escarpines, que resultaron ser incrustaciones de caracoles de agua dulce sobre el barro, y vio cómo el símbolo de Ummo, que su amiga Anahí había dibujado en el suelo, era inmediatamente atribuido a extraterrestres por los ufólogos que llegaron después. 

Claudio rescata el perfil de brujos, videntes y contactados y toma nota; desde los más cautelosos, que corregían sus profecías antes de que los acontecimientos desviaran su rumbo, hasta los más desorbitados, como Míguez, el contactante de “Fix”, una entidad empecinada en mostrarse “alguna vez”, pero siempre invisible a ojos de otros que no fueran el propio contactado.

Gnomos verdes de la casa abandonadaEl texto minucioso de Claudio Rodríguez sobre los eventos es envolvente e inspirador: sus apuntes, en los que, como decimos, tiene el buen criterio de preservar sus propias flaquezas y creencias, son de una calidad superior al cuaderno de campo de un antropólogo ajeno a la cuestión; otro probablemente sería incapaz de comprender los detalles que están naturalizados en la mirada experta de Claudio. Al revés, uno de los méritos de su relato es que ha sido escrito por quien en su día vivió apegado a la posibilidad de que lo que estaba pasando fuese “real”.

¿Ejemplos? Impactado por el testimonio emotivo de un contactado, Rodríguez llamó por teléfono a un profesor universitario pasada la medianoche, interrumpiendo su sueño para hablarle de extraterrestres que alertaban a la humanidad en Villa Montoro. “No pareció entender que el destino del mundo valía dar un salto de la cama, teníamos un contactado que podía hacer de puente entre dos civilizaciones, y siguió su descanso”.

Digamos de paso que Rodríguez no hizo su investigación con un contador Geiger en el maletín o un formulario técnico para recabar con exactitud el testimonio de los protagonistas; él prefería llevar un cuchillo oculto en la cintura; no por su propia seguridad sino para proteger a Anahí en esas noches inseguras de los suburbios; sólo alguna vez decidió dejar el facón en su casa “para evitar malentendidos con extraterrestres amistosos del cosmos”. Temeridad que no le impide referirse, más adelante, a “los locos que solían llegar armados” dispuestos a cargarse de un tiro a los malditos enanos.

La crónica de Claudio Omar Rodríguez es, así, la contracara de la única otra monografía que conocíamos sobre el expediente, “Folkore laboral: su representación a través de la narrativa. Los enanitos verdes, una leyenda urbana, espejo de los periodistas”, por Elena Hourquebie y Patricia Coto (2000), en Actas de V Jornadas de Estudio de Narrativa Folklórica (Santa Rosa, La Pampa). Pp. 63-72, donde dos estudiosas se basaron en la saga para estudiar el papel de la prensa como co-creadora de estas “historias inofensivas”.

Las autoras señalan allí que los responsables de difundir esta clase de rumores novelados “son los otros” (en general, “periodistas bohemios”), quienes, cuando no hay noticias, se las inventan. “La imaginación popular hace el resto, sólo hay que dejarla andar; a lo mejor, después, matarla con algún comentario. Nosotros la largamos y ya no es nuestra, sólo podemos alimentarla”.

Bien: Claudio se encarga, exhaustivamente, de “lo que hace el resto”. Imaginar, pero no solamente, sino vivir en arreglo a lo que se imagina.

Invitamos a descargar, imprimir y disfrutar de la lectura del trabajo de Rodríguez, protagonista privilegiado de los acontecimientos, a los que describe con la frescura que sólo puede ofrecer un observador-participante apasionado. Y que no se olvidó de nada, pese a que Roberto Olivera, primer líder de la L.U.S, le dijo cuando lo reclutó a su grupo que «esos enanitos verdes no valían la pena». El estaba para asuntos más importantes. Esta crónica rebate al líder de la secta, para satisfacción de los interesados en asuntos humanos, que son los que más nos importan.

Encuentros cercanos con raros tiposMás info.

Descargar “Encuentros cercanos con raros tipos. Enanitos verdes alienígenas en tiempos del ‘E-T´, Yoda y Luciano el marciano” Por Claudio Omar Rodríguez.

Otro libro disponible online que menciona el caso: Enigmas extremos. Por Sebastián Jarré.

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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