La rara cabellera del Bigfoot y el trineo de Santa

Por un documento recientemente desclasificado se supo que el FBI le informó a un socio de Peter Byrne, el famoso caza-monstruos, que las muestras del abominable hombre de los bosques pertenecieron a un animal de la familia de los ciervos. Hubiera sido fantástico que correspondiera a un reno de Papá Noel. Pero se habría tratado de un alce.
Plus: la polémica en torno a la sospechosa película de
Roger Patterson.

Por Alejandro Agostinelli

El algoritmo no parece entender la diferencia entre el pelo de un hombre y el pelo de una criatura desconocida: al cabo de cinco minutos de googlear sobre la cabellera del Bigfoot (Pie Grande), empezaron a aparecer en la pantalla de mi computadora anuncios sobre caída capilar. Razón de más para resignarme a leer unos pocos enlaces abiertos antes de redactar estas líneas: el FBI liberó su archivo sobre El Peludo Furtivo el pasado 5 de junio. Veintidós páginas que contienen copias de recortes de prensa, esquemas y documentos, entre ellos un intercambio postal del Centro de Información y Exhibición de Bigfoot dirigido por el aficionado a la criptozoología Peter Byrne con el Laboratorio del FBI. En esas cartas, un encargado de investigaciones forenses de la oficina federal de investigaciones de los EE.UU. declaraba estar analizando la relación entre “una muestra no identificada de cabello y tejido” con cualquier especie conocida.

“No es frecuente encontrarnos con pelo que no podemos identificar, y lo que tenemos ahora, unos 15 cabellos adheridos a un pequeño trozo de piel, es el primero que hemos obtenido en seis años sobre lo que, creemos, puede ser importante”, escribió Byrne al FBI en una carta fechada el 24 de noviembre de 1976.

La inferencia era obvia: la muestra podía corresponder a la pelambre del sasquatch.

Jay Cochran Jr., Director Adjunto de la División de Servicios Científicos y Técnicos del FBI, le contestó a Byrne que su laboratorio realiza sus exámenes de evidencia física para aplicar la ley. “Solo ocasionalmente hacemos excepciones a esta política general en interés de la investigación científica”. En honor a una de estas excepciones, el FBI accedió a examinar los pelos y tejidos que Byrne había enviado. La Oficina estudió las características morfológicas, incluida la estructura de la raíz, la estructura medular y el grosor de la cutícula, a las que comparó con otras muestras de origen conocido.

Byrne estaba visitando Nepal, de manera que un socio de Byrne, Howard Curtis, recibió la respuesta: la muestra provenía de “un miembro de la familia de los ciervos” (ciervo, alce o venado).

Cochran contestó en febrero de 1977 a Curtis, vicepresidente ejecutivo de la Academia de Ciencias Aplicadas en Boston, una organización que estaba financiando parte del trabajo de Byrne y había apoyado otras exploraciones (como a los buscadores del monstruo de Loch Ness), porque el cazador de Bigfoots le avisó que “iba a estar fuera del país por varios meses” participando en una expedición en Nepal.

Los cabellos del «animal desconocido». Según el FBI correspondían a un alce.

La carta del FBI no confirmaba las ilusiones de Curtis o Byrne, lo cual puede explicar lo que ocurrió hace pocos días, cuando Dan Mangan, un periodista de CNBC, localizó a Byrne, de 93 años, y le mencionó la existencia de este intercambio con el FBI.

Byrne, según Mangan, sonrió y dijo: “No lo recuerdo. Está fuera de mi memoria”. Solo evocó que en los setenta consultó al FBI por un incidente en un campamento en el estado de Washington donde se sospechaba de la presencia de un Pie Grande.

Byrne, se advierte en la correspondencia, insistió mucho: esas muestras, consideró, eran “importantes”. El manejo selectivo de la evidencia («te muestro la evidencia no identificada y escondo la que recibió una explicación») podría aplicar en este caso. En su momento, Byrne no debió eludir las conclusiones del estudio que él mismo había solicitado al FBI y que, quizá, tampoco hubiese debido olvidar.

Huella atribuida al Bigfoot por Peter Byrne. Fue fotografiada en el Bosque Nacional Six Rivers, California, en 1961.

Eso por un lado. Por el otro, no es la primera vez que Peter Byrne se olvida de algo. En agosto de 2013, Byrne se declaró culpable de estafar a la Administración de la Seguridad Social, al Departamento de Servicios Humanos de Oregon y a Medicaid por más de U$ 78.000 cuando ocultó al menos 15 viajes dentro y fuera de los EE.UU. entre 1992 y 2012. Por exigencia del Seguro Social, que le brindó ese beneficio “por necesidad”, él debía informar si viajaba al exterior. No lo hizo y recibió una sentencia de tres años de libertad condicional.

Nobleza obliga, Byrne es un hombre mayor. Y tampoco es posible desestimar que no hubiera sido informado del análisis del FBI. Según el reconocido criptozoólogo Loren Coleman, el ya citado Curtis, socio y amigo de confianza de Byrne, para esa época “entrenaba delfines para buscar el monstruo del Lago Ness”.

Byrne también fue señalado como colaborador de la CIA desde fines de la década del 50. En una nota disponible en Marcianitos Verdes, Coleman cuenta que Byrne y su socio, el aventurero Tom Slick, fueron los responsables de garantizar la huida del Dalai Lama del Tíbet mientras públicamente aseguraban encontrarse en pleno viaje de reconocimiento de Yeti en el este de Nepal, en 1957. Una punta inquietante para los enamorados de las «conspiraciones reales».

La creencia en Bigfoot es sorprendentemente alta. Una encuesta realizada en 2018 por la Universidad de Chapman encontró que el 21 % de los estadounidenses están de acuerdo o muy de acuerdo con la afirmación de que «Bigfoot es una criatura real». Dato que representa un aumento del 7.2 % en el número que creía en su existencia en 2016. Otra encuesta realizada por la misma universidad determinó que los estadounidenses son casi tan propensos a creer en Bigfoot como en el Big Bang. No solo es una creencia: muchos afirman haber visto al Bigfoot: hubo más de 2.000 avistamientos informados solo en el estado de Washington. Fuente: IFLScience!  Gracias por el link Carlos Dominguez!

Por ahora, el FBI ya había establecido que la vellosidad de la presunta criatura salvaje en realidad pertenecía a un alce –no a un reno, eso es parte de nuestra broma–, pero es curioso observar cómo, sino lo hubiese encontrado el tenaz sitio The Vault (La Cripta), mismo que en su día desclasificó archivos X atribuidos al caso Roswell, aquella evidencia soñada se hubiera multiplicado en libros, documentales y películas sobre misteriología criptozoológica. El documento del FBI explica por qué nunca salió a la luz, del mismo modo que nadie se arriesga a asegurar la existencia de Santa Claus, ni de sus trineos ni mucho menos de sus renos.

El caso de la película de Roger Patterson

En 2002, Philip Morris, dueño de una empresa que ofrece disfraces, accesorios y productos de escenografía en Carolina del Norte, aseguró que hizo el disfraz de gorila utilizado en la película de Roger Patterson (1933-1972), el cazador de Pie Grande famoso por haber rodado el icónico film en 1967. Morris aseguró que, hasta entonces, prefirió no exponer el engaño por temor a perjudicar su negocio. “Revelar los secretos de un artista no está bien visto”, adujo. El comerciante, avalado por su esposa y socia, dijo que le vendieron el traje de mono a Patterson a partir de un pedido por correo. Por su experiencia en la confección de estos disfraces dio convincentes explicaciones sobre los movimientos, giros y detalles del presunto Bigfoot que se ve en la película. Pero Morris no ofreció evidencias aparte de su testimonio para respaldar su relato.

Brian Dunning explicó el contexto: en esa época filmar al Bigfoot podía significar ganar mucho dinero. Patterson lo ganó y hubo quienes lo sorprendieron mintiendo. Un tal Ray Wallace, señalado por su entorno como un gran bromista, fue quien le indicó a Patterson donde filmar al sasquatch. El periodista Greg Long, en 2004, aseguró haber identificado al hombre bajo el disfraz: el trabajador de Pepsi Bob Heironimus. Patterson le había prometido mil dólares por su actuación «y nunca se los pagó». ¿Para qué dejar a un actor enojado y poner en peligro un negocio formidable? Bueno, a lo mejor por testarudez. Por esas idas y vueltas, la polémica sigue abierta. Quizá, para siempre. Pero, sin duda, ya no es la «evidencia perfecta» que muchos pretendieron en los 70.

Versión completa de la película de Roger Paterson (1967)

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Para un estudio erudito sobre la cuestión, descargar Hominología: Esa extraña ciencia de los Yetis. Por Fernando Soto Roland.


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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

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