Los «Vicky dixit». O cómo redescubrir la memoria gracias al olvido

En 2011, Vicky, la mamá de Alberto Bacigaluppo, productor periodístico, conductor radial y amigo, comenzó a desarrollar Alzheimer, una enfermedad que causa deterioros cognitivos que afectan la memoria inmediata y otras capacidades mentales.
Desde entonces, Alberto anotó los momentos más tiernos, instructivos y desopilantes que pasó con su madre. Escenas que, como él las define, fueron “pequeños actos de poesía involuntaria”. La recopilación permite redescubrir el valor de la memoria “con aquellos recuerdos que a Vicky le disparaba una enfermedad del olvido”.
Cuando le pedí permiso para publicar su texto me dijo: “Es decididamente cursi, lo tengo claro. Pero creo que eso es algo que uno puede permitirse al hablar de su madre.”
La composición de Alberto hace reír, hace llorar, pero no es cursi, como nunca lo podría ser el amor de una madre en condiciones asombrosas, extraordinarias, bajo el registro sensible de su hijo, un tipo fuera de serie.

Alberto Bacigaluppo recuerda a su mamá, Vicky, en los momentos más tiernos desde que enfermara de Alzheimer. Aquellos encuentros derivaron en otra forma de luchar contra el olvido.
Alberto Bacigaluppo conduce los sábados de 20 a 21 “Que no se entere mamá” en La Once Diez – AM1110 Radio de la Ciudad. Nos conocimos cuando era productor radial del gran Pietro Sorba, en el programa Dolce Far Niente.

Por Alberto Bacigaluppo

El viernes pasado, Gustavo Noriega me sorprendió al aire recordando a Vicky y pidiéndome que hoy rescatara algunos de sus “Vicky dixit”. Para los que no lo saben, Vicky es mi madre y falleció el año pasado. Los “Vicky dixit” comencé a escribirlos a mediados de 2011, cuando las primeras señales de su Alzheimer se hicieron evidentes. Al principio capturé situaciones, pequeños actos de poesía involuntaria que me causaban gracia y, muchas veces, ternura. Al tiempo, me di cuenta de que esa enfermedad terrible tenía un beneficio inesperado: me permitió acceder a un costado de mi madre que hasta ese momento había sido un enigma para mí. Esa cosa de hablar sin filtros sacó a la luz momentos de su vida que no conocía. Con el Alzheimer, pude rearmar partes de su historia y, a través de ella, comprender mejor por qué soy quien soy. Y resultó en una paradoja insuperable. Redescubrí el valor de la Memoria, gracias a una enfermedad del olvido. Como vivimos en una época en la que están un tanto devaluados los textos largos, les advierto que lo que sigue supera los 280 caracteres de Twitter.

A nadie le va a cambiar la vida leerlo (tampoco les va a llevar tanto tiempo), pero estoy seguro de que varios de los que se le animen, van a terminar con una sonrisa. A Gus, gracias por darme la excusa exacta para redescubrir los Vicky dixit. Me tomaste por sorpresa y me hizo recordar que poca gente me conoce como vos. Luego, a todas las mamás, les recomiendo que no se guarden nada de sí mismas al hablar con sus hijos. Tarde o temprano se los van a agradecer. Y a los hijos, les recomiendo que averigüen y aprendan quiénes son sus madres. Un muy feliz Día a todas las madres. Y, en especial, a esa conchuda fenomenal que fue Vicky, mi primer registro de amor en este mundo. Con ustedes, los Vicky Dixit.

Octubre 2011 – «¿Vos querés saber cómo se llamaba el colegio al que fui de chica en San Telmo hace más de 60 años? ¡Ni idea! Ahora, si me preguntás por los filitos que tuve antes de conocer a tu padre me acuerdo de todos».

Junio 2012 – «Tenés que arreglar el color del televisor. Ese hombre tiene el cabello azul.
–No Vicky, lo usa así.
–¡Ay, pero que viejo pelotudo!» (el que aparecía en la tele, en ese momento, era Roberto Pettinato).

Septiembre 2012 – «Ahora que están de moda las chicas pechugonas, a mí se me están marchitando. No hay caso, voy en contra del mundo».

Mayo 2013 – «Mi mamá era linda, mi papá también, yo fea no soy. La verdad no sé a quién salís vos. ¡Ah, claro! A tu padre».

Junio 2013 – «Al final, estos alemanes lo único que tienen de bueno es la cerveza» (mientras en la tele están pasando la escena del desembarco de «Rescatando al soldado Ryan»).

Junio 2013 – «- A ese jugador siempre lo miro, lo miro, pero no me parece japonés.
–¿Quién, Vicky? ¿Funes Mori?
–¡Ah, con razón! ¡Yo entendía Fujimori!»

Julio 2013 – «Hoy tengo un día gallego (y arranca): Ali arriba naquela cascada habia unha vella rascando a paxara, laralalalala….
O carllo do tio Vicente fixo unha pera e morreu derrepente laralalalala…./ Unha vella dos tempos de ajora fixo da cona unha lancha motoa laralalalalala».
(Traducción aproximada: «Allá arriba en aquella cascada, había una vieja rascándose la pájara, laralalalala. …/El carro del tío Vicente hizo una pera y murió de repente, laralalalala. …/Una vieja de los tiempos de ahora, se puso en el coño una lancha a motor, laralalalalala……………).

Julio 2013 – «Me acuerdo de que estaba una noche en el Club Belgrano y me sacó a bailar un muchacho. Era el más rico de San Telmo. Pero después me invitó otro. Y con ese no dejé de bailar nunca más».

Agosto 2013 – “- Cuando puedas me tenés que acompañar a COTO para que haga el pedido. Si ves mi living está repleto de envases de cerveza.
–A vos lo único que te preocupa es no tener cerveza.
–No es cierto. El vino también es importante”.

Septiembre 2013 – (Vicky mira un partido de fútbol en casa, y reacciona cuando el árbitro con el brazo en alto, le muestra una tarjeta amarilla a Maidana).
–¡Echálo! ¡Echálo! –grita Vicky desaforada.
–Mirá que es un jugador de River…
–¡Bendecílo! ¡Bendecílo!

Septiembre 1013 – “-Yo me casé enamorada de tu padre y después de él, nunca más nada.
–¿En serio Vicky?
–En serio.
–Debe haber una sputza entonces por ahí…
– No querido, la quetejedi no la uso pero me la lavo todos los días.»

Octubre 2013 – Vicky está en una consulta con Laura, la neuróloga que tarde o temprano nos terminará dando el diagnóstico que todos sospechamos. Le hace pruebas de memoria, de cálculo y de ubicación espacio-temporal que Vicky atraviesa con suerte dispar. En un momento Laura le pregunta si le parece que su escritura cambió con los años. Vicky le responde que no lo sabe, a lo que Laura le pide que le escriba algo, una frase, cualquier cosa que le venga a la mente. Vicky toma la birome y, con trazo resuelto y sonrisa ganadora, garabatea sobre la hoja: «Viva River».

Enero 2014 – “En la tele pasan la película «Wedding Crashers», con Owen Wilson y Vince Vaughn. Es la escena de una boda, cuando ambos novios se dicen sus votos con declaraciones de amor eterno. El cura recita «hasta que la muerte los separe» y la pareja se besa con ternura. La gente aplaude, todo es alegría, y desde el sillón del living de casa, Vicky sentencia:
–Ya quiero verlos a estos dentro de cinco años.

Junio 2014 – «Estoy triste porque eliminaron a España, que era el país de mi mamá. Y tampoco está Perú, que era el país de mi papá y tiene la camiseta de River. Al final, voy a tener que hinchar por Argentina».
Abril de 2014 – «Es lo que yo sueño. Es lo que yo quiero ver.»

Septiembre 2014 – “–Yo alcohol casi no tomo. No tomo whisky, no tomo vino…
–¿Y cerveza no tomás Vicky?
–La cerveza no es alcohol. Es espumita.»

Febrero 2015 – “–Te quiero demasiado.
–Nunca es demasiado Vicky.
–Para mí sí. Porque te quiero tanto no me alcanza el tiempo para quererte».

Abril 2015 – Paso a buscar a Vicky por el geriátrico para ir a almorzar a La Popular. En una hora y media establece un récord, a saber: tocada de traste a una de las enfermeras con el inquietante comentario de «qué carnoso que está». Reflexión en la puerta del lujoso edificio de un sindicato, sobre que años antes era negocio ser militar, pero ahora parecería que la onda es ser gremialista. Conato de agresión a un taxista que pasa a gran velocidad en una bocacalle, con un estentóreo «¡Andá a la puta que te parió!» incluido. Bacanal para hígados de amianto en el restaurante con una copita de vino, milanesa con muzzarella, chorizo colorado y papas fritas a caballo. Despedida a toda orquesta con un beso a otra abuela desconocida de una mesa vecina, en las que ambas se miran con cariño convencidas de que saludan a una persona que es otra, pero no les importa porque, cuando la niebla de la memoria se despliega, lo único que vale es que las dos son puro amor. En resumen: estoy demasiado viejo para ser hijo de mi madre.

Mayo 2015 – «Vamos de las manos/ a comprar duraznos. / Vamos del bracete / a comprar soretes». (Y de golpe, comprendo de dónde viene esa habilidad mía para la rima fácil y guaranga).

Julio 2015 – Vamos en la ambulancia con Vicky. Está muy asustada, casi como una nena chiquita que no sabe a dónde la llevan ni por qué. Le tomo las manos en un intento por tranquilizarla. Nos acompaña un médico de rostro norteño y lampiño. Tiene una tupida cabellera peinada hacia atrás con prolijidad, que le da un aspecto andrógino.
Ensayo un par de chistes berretas y fáciles para distraerla con la risa. Pero ya es tarde: la atención de Vicky se centró en el delicado rostro del médico. Entonces, me interrumpe alzando la mano majestuosamente. Y a mí me impresiona, porque con ese mínimo gesto señorial, vuelve a convertirse durante un segundo en la Vicky de antes. Y sin quitar la vista del impasible rostro del David Bowie de Atacama, le pregunta: «¿A usted le parece que mi hijo me hable así, señora?».

Septiembre de 2015 – Vicky está en una silla de ruedas. Reniega y no entiende por qué no puede caminar por el geriátrico, pero le hago chistes y la pilotea. De golpe, una abuela me comienza a hablar de la nada. Vicky, que nunca se bancó una interrupción, sigue masticando el alfajor que le llevé con una olímpica cara de culo. La otra abuela se va y Vicky la sigue con la mirada. Cuando ya está a una distancia prudencial, rompe el silencio con una sentencia:
–Este lugar está lleno de viejas de mierda.
–¿Entonces vos qué sos, Vicky?
–Yo soy una vieja de re mierda. Más mierda que todas ellas juntas.
Y entonces, vuelve a mirarme. Se le va la cara de traste, me sonríe y con la mano manchada con el chocolate del alfajor, me acaricia la mejilla y dice:

–La diferencia es que yo te tengo a vos y ellas no.

Septiembre de 2015 – Vicky ha pasado una noche terrible. En algún momento desarrolló una infección en su pierna operada y la fiebre la tiene agotada. Cuando me avisan del geriátrico, salgo volando de la radio, pido un médico a domicilio y, por supuesto, llego antes que él. Le hago compañía en la habitación y tiene la mirada cansada y triste. Hasta que llega el doctor. Es un muchacho joven, de ojos claros. Decididamente fachero y muy empático. Vicky deja de mirarme y, cuando el médico le habla, es toda sonrisa y no le quita los ojos de encima. En un momento, el apuesto mancebo le pregunta: «¿Puedo levantarle la pierna?».
Entonces Vicky, dice con voz clara y fuerte: «vos podés levantarme lo que quieras, querido».

Diciembre 2015 – Vicky está complicada y no hay Cristo que logre que tome sus medicamentos. La enfermera se acerca en un nuevo intento de dárselos diluidos en agua. Entonces, la frena alzando su mano y le dice:
–Disculpe, pero no quiero beber nada más. Ya tomé demasiado alcohol.
Diciembre 2015 – Vicky está en la cama del sanatorio, adormilada. Cuando me ve entrar en la habitación, me sonríe y se le ilumina el rostro que durante un segundo se parece al de antes, cuando estaba entera.
–¿Cómo estás?
–Contento por verte Vicky.
–Yo también. Lástima que no te peinaste

Diciembre 2015 – Entro a la habitación de Vicky y me cruzo con la kinesióloga que, con una sonrisa algo incómoda, me da a entender que mi Santa Madre la puteó de arriba abajo. La encuentro sentada, muy flaquita y le pido que coma porque va a ser difícil que le den de alta. Me mira enojada, le tiro un mimo, me lo devuelve y por fin sonríe. Y de golpe se afloja y, para que no queden dudas de que en el fondo Vicky todavía es Vicky, me aclara:
–Es que a mí no me maneja nadie.

Abril 2016 – Vicky está sorprendentemente vivaz. La encuentro merendando. Hace chistes y me pide un beso. Cada tanto se le pierde la mirada, y vuelve a hablar de cosas que ocurrieron en esos pasados ideales en los que se entremezclan mi viejo, Bergoglio, Néstor Kirchner y, por supuesto, las calles de San Telmo. De pronto, sus ojos se vuelven penetrantes. Ya no están zozobrando en las tormentas de su memoria, y se posan fijos en un blanco que se me escapa. Me doy vuelta, y veo que está mirando a un abuelo que nos da la espalda y camina vacilante hacia su habitación. Es muy flaco y usa un pantalón al que le sobran, fácil, dos talles. Entonces, en voz baja, murmura: «Esto es lo que odio de este sitio. Todos los que están acá parece que se dejaron olvidado el traste en otra parte»

Julio 2016 – Históricamente, Vicky se ha llevado mal con la autoridad (algo que, claro está, heredé de ella). Aun sabiendo eso, nunca imaginé que me iban a llamar del geriátrico para avisarme que se habían quejado de la comisaría. Al parecer, el agente que había intentado tomarle las huellas para unos papeles de la ANSES se había sentido «agraviado» por mi madre.
Entonces, uno que es todo voluntad, se apersona en el sitio, saluda a su madre, ella lo llena de besos y entre una cosa y otra, le explica que necesita que llene unos formularios.
En ese momento, veo que el azulado de la 16 se acerca con cautela.
–Es brava tu vieja, ¿eh? -me comenta por lo bajo.
–Preguntále a mi analista -respondo resignado.
El pobre Cristo le pregunta si puede tomarle las huellas. Y Vicky le pone la mejor sonrisa falsa que vi en mi vida. A diferencia de muchos, yo creo que la falsedad de una sonrisa alcanza la perfección cuando es notoria y no cuando pasa desapercibida. Esa cosa de «mirá, date cuenta: te estoy mintiendo en la cara».
El procedimiento se desarrolla sin contratiempos. El policía se vuelve a la 16 con su honra inmaculada. Yo me quedo con el formulario tan buscado. Y Vicky, que nunca dejó de mirarle el uniforme, borra su sonrisa del rostro y murmura:
–Qué asco…

Enero 2017 – Vicky acaba de superar su internación número «yaperdimoslacuenta». Antes de darle el alta, la doctora nos da el parte médico. Es una mina dura, con ese cuero curtido que sólo los clínicos de guardia desarrollan tras años de emergencias y familiares impacientes. Sin embargo, sobre el final de su informe veo que se sonroja cuando me dice: «La revisé completa. Dentro de su condición está bien. Es más, cuando le apreté la panza me dijo: ‘hija de puta’. Y cuando le tuve que hacer el tacto rectal… bueno, ahí mejor no les cuento lo que me gritó porque me da un poquito de vergüenza decirlo».

Abril 2017 – Extiende la mano, me acaricia el rostro y me mira, seria, en silencio. Como siempre sonríe cuando hace eso, sospecho que algo le molesta.
–¿Qué pasa Vicky?
–¿Por qué tanto pelo en la cara? – dice mientras me tironea la barba -. No sos vos. No sos Albertito.
–¿Y quién soy entonces?
– Así sos Alberto.

Alberto Bacigaluppo, 21 de octubre de 2018

El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

Contacto: aagostinelli@gmail.com
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