La “abducción” del cabo Valdés 40 años después

“Ustedes nunca sabrán quiénes somos ni de dónde venimos, pero pronto volveremos” dijo, como poseído por una fuerza extraña, el cabo Armando Valdés a los conscriptos que lo acompañaban en Putre, en el altiplano chileno, la fría madrugada del 25 de abril de 1977.

Cuatro detalles convirtieron a este presunto encuentro con un ovni en un caso extraordinario: los testigos fueron ocho soldados del Ejército chileno, la alegada desaparición de Valdés, el calendario de su reloj, adelantado cinco días, y el aparente crecimiento inusual de su barba.

A Putre Cortesia Abusleme 1
Valdés junto a Patricio Abusleme en camino a Putre. En 2002 viajaron al lugar de los hechos.

A cuatro décadas de aquel evento, Factor sube el artículo que publicamos junto al colega Diego Zúñiga hace ya diez años, antes de una promocionada entrevista a Valdés por parte de Iker Jiménez y poco antes, también, de la gran investigación periodística realizada por Patricio Abusleme, La noche de los centinelas (2010), que este año regresó con una edición corregida y aumentada. Su exhaustivo trabajo nos recuerda alguna imprecisión, pero decidimos dejar el artículo tal cual fue publicado en 2009.

Antes que a nosotros, el ex cabo le había contado a Abusleme “la verdad” sobre sus quince minutos perdidos, pero el periodista chileno –un caballero–, guardó para sí la confesión: le había dado la palabra a Valdés que esperaría a que él publicara un libro que nunca salió.

Valdés nos contó su versión sin condiciones. En mi caso, consideré que la entrevista fue un premio a décadas de insistencia: desde 1993 y en distintos momentos de ahí en más, le imploré una entrevista que, al final, tuvo lugar en Temuco el domingo 25 de noviembre de 2007.

Aquella larga conversación con “el ex cabo” fue formidable. Por eso adjuntamos el audio de los 37 minutos más sustanciosos del diálogo con Valdés que compartimos con mi querido amigo Zúñiga, periodista, escritor y autor de Noticias de Marte (2013).

La investigación iba a formar parte de mi libro Invasores (2009). Como el editor dio un golpe de timón y el libro pasó de contar “grandes historias” a “historias argentinas”, ese capítulo nunca pudo ser. La revista Más allá de la ciencia publicó una versión abreviada. Otra, más gordita y que sigue sin honrar la totalidad del material, es la publicada en esta ocasión, a 40 años de la increíble historia del cabo Valdés.

Portada Valdes-2

“NUNCA FUI ABDUCIDO”
Quince minutos le faltaban al cabo Valdés. No sabía qué había sucedido durante ese lapso. Su único recuerdo era la sensación de un sueño. Recordaba haber soñado que desaparecía en un pozo profundo. Se había alejado de sus hombres como si desde aquel extraño resplandor hubiera partido una irresistible invitación. Al regresar, quince minutos después, le esperaba otra vida, una abrumadora sucesión de acontecimientos que lo iban a convertir en protagonista de uno de los casos de abducción más famosos del mundo.

En la madrugada del 25 de abril de 1977, el cabo segundo del Ejército de Chile Armando Valdés Garrido y un grupo de soldados pertenecientes al destacamento del Regimiento Huamachuco, cumplían servicio dentro de una caballeriza situada en Pampa Lluscuma, un sector de la precordillera andina situado a cinco kilómetros de Putre, en la XV Región de Chile.

Valdes meditando
Quién es el cabo Valdés Armando Valdés Garrido Nació el 24 de diciembre de 1954 en Santiago de Chile, aunque sus padres son de Carahue, IX Región, en la zona centro-sur de Chile. Allí, cerca de Temuco, se mudó con su familia a los siete años. Valdés hoy agradece haber sido criado en la mística del catolicismo por su madre, que le orientó a “no mentir y me inculcó el temor a Dios”. Mayor de cinco hermanos, cursó sus dos primeros años de enseñanza básica en la capital del país, y el resto en Carahue, donde aprobó sus estudios secundarios. En 1973 se presentó como voluntario al Servicio Militar Obligatorio e ingresó contratado en el Ejército el 1º de marzo de 1974. Luego fue trasladado a Putre y egresó como instructor. A menudo sus alumnos eran mayores que él. De ahí el bigote. “Me lo dejé para verme más creíble”, asegura con una carcajada. Más tarde fue trasladado a Concepción, Temuco y Coyhaique. En 1978 contrajo matrimonio con Ana, con quien tuvo tres hijos, Angélica, Luciano y Gianella. Después de los sucesos del 25 de abril de 1977, el diario La Estrella de Arica y una entrevista en Canal 13 del periodista Pablo Honorato convierten al cabo segundo Armando Valdés en el abducido más famoso. Su vida dio otro vuelco en 1982: su hija manifiesta los síntomas de lo que resultó ser una rara y grave enfermedad. “Tenía cuatro años, era mi única hija. Seguí monjas milagrosas, la vestí de Lourdes, me hincaba en la calle, besé el cuerpo de Cristo, iba a entrar en la Iglesia Católica… Hasta que alguien me dijo: ‘Busca a Cristo”. Así se unió a una iglesia evangélica. “Si el Señor se la quiere llevar, él sabrá recompensarnos, le dije a mi señora. Esa fue nuestra conversión.” Se recibió de Profesor de Religión Evangélica y tuvo cargos parroquiales, pero se apartó para evitar que su fama ufológica causara conflictos dentro de la comunidad evangélica. Hacía años había dejado de ser “el cabo Valdés”. Ya era Sargento. El 12 de junio de 1999 se retiró del Ejército para hablar, tras décadas de silencio, del caso. “No ha pasado ni un solo día sin que alguien intentara preguntarme qué paso…”, dijo. Ahora cuenta “su verdad”…

Los siete conscriptos y Valdés, de 23 años, luchaban contra el sueño y el frío, unos cinco grados bajo cero. Unos se refugiaban dentro de las caballerizas. Otros bebían café alrededor de una fogata. Jugaban a adivinar el título de melodías románticas que cantaba Valdés. “No estábamos confabulados en algo extraño ni hablando de historias de miedo”, recuerda el cabo. Ahí estaban los conscriptos Julio Rojas Suárez, Germán Riquelme Ovalle, Iván Robles Riveros, Humberto Rojas Véliz y Raúl Salinas Vásquez. Juan Reyes y Pedro Rosales Arancibia montaban guardia a unos diez metros, en el acceso a las pesebreras. Eran los encargados de evitar que los animales escaparan, pero se mantenían cerca para no perder el contacto a viva voz. La noche era negra, sin Luna.

La noche de los centinelas
En «De Pé a Pá» (1999). Volvió a la tele por primera vez desde 1977.

Pasada la medianoche, Rosales vio bajar una luz detrás de unos cerros. Valdés pensó en un camión bajando por la ruta o en un meteorito. Al caer, “la luz formó un destello incandescente detrás del cerro”. Poco después, a unos 500 metros, apareció un segundo objeto, ovoide y violáceo. Aquel fenómeno parecía brillar más o acercarse. Los caballos –más de 300– se desbocaron. Aún así, reinaba un silencio sepulcral. Y el pánico se apoderaba de los soldados.

“¡Vete en nombre de Dios, te lo ordeno!”, gritó Valdés. Pero la luz no se iba. Juraron permanecer juntos Al cabo le pareció que la fogata llamaba la atención y ordenó cubrir el fuego con una manta. La oscuridad era total. Media hora después Valdés hizo algo imprevisto: comenzó a avanzar en la negrura de la noche, alejándose del grupo. “Era como una comunicación con la luz…. No sé si decir que sentía algo maravilloso o espantoso…”, explicará después. Los soldados ahora no sólo estaban aterrorizados por la luz. También estaban sin su jefe, que no regresaba.

Quince minutos esperaron hasta salir a buscarlo. Justo en ese momento un conscripto sintió un golpe seco sobre unos matorrales. “¡Muchachos!”, oyeron. Era Valdés pidiendo auxilio. Los vio y se desplomó frente a ellos. Por un instante pareció forcejear contra fuerzas invisibles. A veces se reía, como poseído. En ese estado pronunció una frase destinada a consagrar el misterio: “Ustedes nunca sabrán quiénes somos ni de dónde venimos, pero pronto volveremos”. Luego se durmió. A las 6:00 A.M. Valdés sale a pedir ayuda. En Putre recoge a Pedro Araneda, profesor de artesanía, y al cabo Antonio Flores, compañero del Regimiento y amigo de Valdés.

Aficionado a los ovnis, Araneda grabó la misma tarde del 25 de abril la única entrevista grupal a los soldados. Son tres horas que tienen la frescura de lo recién acontecido. Nada hace sospechar en una broma: ese coro de voces atropellándose para describir el estupor que vivieron esa madrugada, hablan de todo lo contrario. En el fragor de ese relato colectivo surge una sorpresa: a Valdés le había crecido una barba de varios días, quizás cinco. Y otra: el calendario de su reloj marcaba el 30 de abril, es decir, como si hubiesen pasado para él cinco días.

Nadie imaginaba que esos instantes de nerviosismo iban a inspirar una de las más asombrosas historias de la ufología. Pero la página fundamental –sus míticos quince minutos de ausencia– seguía en blanco. Si era cierto que había sufrido un borrón en su mente, aquel lapso era irrecuperable. Sin embargo, cada vez que un periodista lo interceptaba, Valdés hablaba de “una verdad” que lo perseguía. “Su” verdad.

Mapa-PutreTREINTA AÑOS DESPUÉS
Domingo 25 de noviembre de 2007. La terminal de ómnibus está en las afueras de Temuco, a 670 kilómetros al sur de Santiago. Es temprano hasta para un cristiano: son las 9 AM y la Iglesia Evangélica Centro Bíblico Los Tapiales sigue cerrada. Al rato, con su breve estatura enfundada en un traje impecable, llega Valdés. Participa en un servicio religioso del que es claro protagonista. Sube al escenario, canta estrofas del Evangelio, ayuda a leer versículos.

Cuando la ceremonia termina no iremos a su casa –“mi familia no desea mezclarse con esta historia”– ni a probar ceviche a Plaza Perú, el restaurante que administra Valdés en Temuco. Vamos a un restó en el centro de la ciudad.

Desde que se acogió al retiro voluntario del Ejército, el 8 de junio de 1999, Armando Valdés promete decir algo que ni siquiera dijo a cuatro días de su retiro, cuando se presentó en De Pé a Pá, un show dominical que emitía Televisión Nacional de Chile. De los minutos evaporados de su mente, dijo: “Yo siento que pasé el portal”. Y agregó: “siempre supo” lo que ocurrió en Lluscuma. ¿Qué ocurrió? De eso no habló pese a que había recibido un buen tónico para la memoria: el programa había abonado 20 mil dólares por su testimonio. Tres años más tarde, presionado por el diario Las Últimas Noticias, contesta: “¿Quieren saber la verdad? ¡Nunca fui abducido!”. ¿Y entonces? La respuesta iba a estar en un libro del cual sólo da el título: A la sombra de la verdad. Para sacar adelante ese proyecto, Valdés conversa, desde 1984, con decenas de productores de televisión, editores y periodistas. Entre ellos, Juan José Benítez. El autor de la saga Caballo de Troya se acercó a él con una carta que también era una declaración de lealtad: le entregó el informe que había redactado el médico que lo examinó en el Hospital Militar, en 1977. ¿Cómo obtuvo aquel informe el escritor? Benítez cuenta que, por esos años, disfrutaba de la amistad del general Augusto Pinochet. Durante una cena, el dictador le entregó el documento para que “no perdiera el tiempo”. El informe era lapidario. Pero a Valdés no le rizó un pelo de su bigote. “Si yo estaba tan mal ¿por qué me dejaron terminar la carrera?”

La noche de los centinelas_o
La noche de los centinelas es un gran ejemplo de periodismo de investigación. Es posible, y hasta saludable, diferir en algunas interpretaciones. Pero da sus conclusiones sin ensuciar los datos. El libro existe en versión impresa y digital en Amazon. Para la versión impresa, entrar aquí. Para la versión en Kindle, entrar aquí.

Sólo recientemente Valdés encontró alguien en quien confiar, el periodista chileno Patricio Abusleme. “A mí me contó ‘su verdad’ en 2002. Quedamos en que yo no revelaría nada hasta que él publicase su libro”. Ambos viajaron a Pampa Lluscuma, donde revivieron la odisea. Pero no es Abusleme –quien optó por mantener su independencia– quien ayuda a Valdés a escribir su obra. Al parecer, colabora con él una escritora evangélica cuyo nombre Valdés se guarda. Su libro sufrió varios sobresaltos, incluyendo un accidente informático que le obligó a acometer la reescritura completa. Valdés ha llegado a pensar que su presencia provoca interferencias en los aparatos electrónicos. O, incluso, que fuerzas extrañas conspiran contra la salida del libro. Y no lo dice en un sentido figurado.

INTELIGENCIA BURLONA
Hasta hoy Valdés parece revivir el terror que sufrió cuando vieron el segundo objeto. “¡En el nombre de Dios, identifíquense!”, imploró esa noche. Embebido en el catolicismo de su madre, sintió que aquello sólo podía ser enfrentado con “el poder de Dios”. Pero las plegarias no surtieron efecto. Aquel Dios familiar hoy es otro, donde la presencia del Diablo es más fuerte. Y aquello, cree ahora, no parecía cosa de Dios: “Si hubieran sido buenos, no habríamos sentido tanto miedo”, le precisó a Abusleme. En su relato Valdés vincula al miedo con la parálisis, pero luego aclara: esa luz pretendía inmovilizarlos. “Yo sentí que se burlaba de nosotros, que sabía que estábamos hechos pichí de miedo. Nunca voy a negar que sentí que esa cosa era inteligente.”

Otras dos cosas impactaron en su memoria. Primero, las dos luces rojas a ambos lados del objeto, que compara con balizas. Luego, el comportamiento de los animales. Para explicar esas luces, Valdés aún no tiene respuesta. Aunque “tienen más de humano que de afuera…” También le extrañó que Huamachuco, la mascota de la escuadra, se escondiera entre las piernas de los soldados. “Yo siempre supe que los perros tienen un sexto sentido, que advierten los espíritus del mal”, afirma. “Los caballos se colocaron uno detrás de otro, con las orejas paradas”. Algunos voltearon unas pircas y se asustó.

Valdes 1983
En 1983 J. J. Faundes entrevista a Valdés para «La Tercera de la Hora».

El 16 de mayo de 1977 la historia saltaba a los medios. Ese día, La Estrella de Arica publica la nota que Araneda había enviado una semana antes. Entonces, el gobierno militar censuraba y alteraba las noticias para evitar la filtración de datos estratégicos. Que el enemigo no supiera que allá arriba tenían ocho soldados desarmados, incomunicados y muertos de miedo. “El Ejército retrasó la difusión de los testimonios recogidos por Araneda, exigió disfrazar de patrulla militar lo que en realidad era una guardia de pesebrera y pidió cambiar caballos por ovejas”, resume Abusleme.

Los conscriptos llevaban un año en Putre, Valdés dos. Pero, dato hasta ahora desconocido, el cabo se sumó al grupo esa misma noche: “No me correspondía estar ahí, no era mi gente. Ellos tenían su propio mando”, revela. El día anterior le habían informado que recibiría un castigo “por llegar atrasado a unas reuniones”. La sanción sería limpiar el guano de las pesebreras, remojar sacos de avena y alimentar a los animales. Definitivamente, un destino poco honorable para un cabo con sus ambiciones.

Pese a que en la región había una tradición de luces extrañas, la escuadra de Valdés recién pensó en ovnis en el curso de la mañana, cuando Araneda –que era ufólogo– les hizo las primeras preguntas, les mostró imágenes de platillos volantes para ayudarlos a reconocer la forma del objeto y relacionó la barba y el reloj adelantado de Valdés con una posible “distorsión temporal”. La influencia de Araneda fue decisiva: recogió la historia al instante y la echó a correr mientras Valdés descansaba en Arica.

Pero la grabación de Araneda también cifraba el antídoto. Allí, un soldado menciona casi al pasar “la verdad” que Valdés se tomó treinta años en develar. Una verdad que dice haber ocultado con pesar. Una verdad que –asegura– lo acosó hasta hoy.

Valdes-tapaCONFESIÓN I: “YO RECUERDO…”
Según La Estrella de Arica, cuando el cabo Valdés se dio cuenta de que no sabía a lo que se enfrentaba “ordenó adoptar posición de combate”. Pero los soldados sólo estaban armados con plegarias. “Como estaban sin armamento –recuerda Antonio Flores– lo único que les quedaba era lo que hace todo ser humano ante lo desconocido: rezar”. Valdés, tan asustado como los conscriptos, sugiere armar una pared humana, enlazando sus brazos unos con otros: “Si estábamos juntos iba a ser más fácil de vencer, si nos íbamos, que fuera todos juntos”. También recuerda haber sentido impotencia y rabia contra eso que permanece ante ellos.

En ese momento Valdés también siente una… necesidad. Se suelta del grupo y avanza. “Ahí está el gran secreto del libro. De ahí en más me pierdo quince minutos”. Valdés da rodeos, dilata el relato. Paciencia. “Rosales y Salinas dicen que me vieron caer con la blusa toda rajada” Salinas, por su lado, dice haberlo visto “arriba de una pirca chica”. ¿Acaso cayó de alguna parte? Valdés se quiebra: “Sí, sí. Yo siempre los estuve viendo, siempre los estuve escuchando. Ellos no me vieron, salieron a buscarme y no me hallaron… Ellos estaban más alucinados que yo… Mi desaparición les causó más pánico”. ¿Y dónde estabas? “Ése es el problema, dónde estaba…”. Valdés tiene la confesión en la punta de la lengua. “Digo que siempre estuve observando y eso tiene una explicación. Cuando un soldado dice: ‘vayamos para allá, disparemos’ y otro dice: ‘está allá, en la luz, vamos’, siento que está por suceder una hecatombe. Recién ahí aparezco”. Valdés reaparece dando un salto: la caída que describen los conscriptos. Las preguntas se amontonan:

-¿Estuviste siempre consciente? ¿Por qué los mirabas?
-No tengo explicación…
-¿Para qué cosa no tienes explicación?
-De por qué hice algunas cosas. Por qué hice algunas cosas en el filo de la desgracia.

Ahora bien, ¿qué lo entretuvo durante esos quince minutos? Valdés se decide. Durante ese lapso permanece observando –a los conscriptos, al objeto, al entorno– a través de unos huecos en la muralla. Luego baja de una pirca, “que es de donde me ven saltar”. Acto seguido, le damos nuestra impresión: que les quiso gastar una broma a los soldados. “Siempre quiero pensar que fue así, pero no entiendo, nadie hace una broma…” Valdés no acaba la frase. Debe pensar que sólo en las películas el personaje da un paso de comedia en medio de un drama. Valdés se mantuvo observando a los conscriptos aterrorizados sin mover un dedo para sacarlos de ese estado. La escena parece cruel, cínica. Se lo decimos. Valdés no lo niega. Dice que hoy no hubiera actuado igual.

Valdes-ACA 032
Valdés con Agostinelli. Foto: Diego Zúñiga (2007)

CONFESIÓN II: “MEA CULPA”
Valdés afirma que en 1977 sólo “se abstuvo” de decir algunas cosas. Y que los soldados “empezaron a contar, a contar y a contar…” Así fue como comenzó a crecer la bola de nieve. Pero –aclara– los soldados “no mienten”. Dice que él por un lado y “la fuerza maligna” por otro, “hizo que vieran o sintieran no el fenómeno, que existió, sino el ‘desaparecimiento’”. Y eso causa un gran dolor en su corazón: ellos “también pueden sentir que los voy a ridiculizar… por eso mi idea era conversar y aclarar algunas cosas…”

En 2002, Pato Abusleme intentó –sin suerte– reunir a Valdés con sus compañeros. Dice Valdés que pensaba comenzar así: “¡A ver, chiquillos, repasemos ¡cuéntenme…!’”. ¿‘Cuéntenme’? –lo interrumpimos–. ¡Es lo que vienes haciendo hace rato! Aquella vez también les dijiste “cuéntenme”… Valdés pretendía volver a hacer lo que ya había hecho: emparchar los agujeros de su memoria a partir de los recuerdos de los conscriptos. “Ahora es diferente –retoma Valdés la idea–. El ojo de ellos es más maduro. Incluso un soldado dice por ahí: ‘Fue a un lado, como que iba a orinar”. “¡Te vio pegar la vuelta…!”, apostamos.

-Claro. En ese lugar yo temblaba de pies a cabeza por lo que estaba ocurriendo y sigo sin entender por qué lo hice…
-¿Pero fuiste a orinar?
-Sí, completa su confesión el cabo Armando Valdés.

Sonreímos. Ese monosílabo liquidaba 30 años de misterio como se licuan las pastillas para aromatizar inodoros. Si esta vez decidimos creerle a Valdés, la abducción más increíble del siglo XX se reducía a un caso de incontinencia urinaria.

Además del soldado que en la grabación de Araneda insinúa esa posibilidad, el suboficial Antonio Flores nos lo había adelantado en 1999, cuando habló por primera vez del caso. “En ese instante los conscriptos pensaron que él había ido a ‘echar la corta’ (localismo por orinar) y se quedaron esperando”.

Agostinelli y Salinas
Salinas, el conscripto que vio a la ET «Amalia» en Putre, entrevistado por el editor de Factor. Foto: R. Fuenzalida

INTERFERENCIA DIABÓLICA
El “tiempo perdido” no es el único enigma pendiente. Sobre su reaparición con los “ojos desorbitados”, Valdés replica que los soldados “estaban más asustados que yo y la luz les daba en la cara”. Para el cabo Valdés, el resplandor del ovni les impedía ver su rostro con detalle. ¿Y qué hay de su frase más famosa, “Ustedes nunca sabrán quiénes somos ni de dónde venimos, pero pronto volveremos”? La oración parece cifrada en un lenguaje oracular: afirma dos misterios, lanza una profecía y suelta el rollo en una suerte de trance, entre carcajadas histéricas. “Acá también hago un mea culpa… Jamás pensé que al decir eso…”, dice Valdés con la mueca resignada de alguien que fue sobrepasado por fuerzas incontrolables. Y se pregunta: “¿Lo dije yo o alguien me indujo? Pongámosle nombre. Porque no hay otra explicación: fui inducido por una entidad que fue manejando las mentiras. Yo pienso que quise ver hasta dónde llegaban. Obviamente, aparezco cuando veo que la cosa cambia de tono.” Por el papel que interpretó ante los soldados, ironiza Pato Abusleme: “Valdés merece el Oscar”. El ex militar clama por su inocencia: “No entiendo por qué lo hice. Podría decir: ‘Sí, lo hice para meterles miedo…’ ¡Pero no fue mi intención! Todavía no tengo explicaciones. Fue como ponerse a contar un chiste en un terremoto de 7,5 grados”.

Foto reloj Valdés 2 Foto reloj Valdés 1LA BARBA Y EL TIEMPO
Dos factores intensificaron la extrañeza de su reaparición: la barba y el reloj que llevaba en su muñeca, adelantado cinco días. En 1977 Valdés dijo a Canal 13: “Mis jefes están de testigos: yo me afeité y en todo servicio el personal se presenta como corresponde, con la barba bien afeitada, y ese día tenía una barba pero… de cinco días”.

¿Es posible que quince minutos se hayan reflejado en su cuerpo vía pilosidad excesiva, como si en realidad hubiesen pasado cinco días? ¿Acaso Valdés había ingresado en un cono de luz que trastocó las leyes del espacio-tiempo? Según Flores, durante la conmoción inicial ambos detalles pasaron inadvertidos. Sobre la barba, alguien le dice a Valdés: “Oye, tú te afeitaste ayer. ¿Por qué andái así?’”, evoca Flores. Valdés ahora confiesa: “Yo no estaba afeitado. El problema es grave… Si le preguntas hoy a cualquier militar, es imposible. No se puede (ir con barba), menos si estás en servicio.” Valdés incorporó lo del crecimiento anómalo de la barba cuando todavía ignoraba que la historia se iba a desbordar.

El asunto del reloj también es enmarañado. En 1977, Valdés dijo que era digital y estaba cinco días adelantado: del 25 al 30 abril. Lo dice en Canal 13, y durante el reportaje se ve que lleva en la muñeca un reloj de cuarzo. En esa misma entrevista Valdés aseguró que el aparato se detuvo a las 4:20. “Estuvo parado 15 minutos”, precisó. Valdés ahora se desdice. Afirma que no era un reloj digital sino “con agujas” y añade que le dio tan poca importancia le dio al asunto que, tras entregarlo en la comandancia, ni siquiera lo reclamó.

FUERA DE CONTROL
Tras su “actuación” frente a los soldados, Valdés se entrega a un sueño profundo. “Estaba cansado, creo por el estrés del fenómeno mismo”. Su organismo, presume, tiene un mecanismo de autodefensa: el sueño ante la adversidad. “Así el mundo se esté acabando, yo me duermo”. Pese al rollo de mentiras y verdades entremezcladas, Valdés siguió preocupado. Durante varios meses, insiste, temió que “esa cosa” volviera.

¿Qué se hizo de los conscriptos? En el 2002, Armando Valdés intentó reunir a los soldados que lo acompañaron el 25 de abril de 1977 para recordar la experiencia. “‘Muchachos’, les iba a decir, ‘estoy escribiendo un libro y quiero su autorización para contar algunas cosas’”. Ninguno quiso hablar con él. De los siete, el único dispuesto a charlar es Raúl Salinas Vásquez. Mezcla sus recuerdos con agregados que se alejan mucho de la historia original, como su visión de un humanoide con medio cuerpo de lagarto en las caballerizas. Durante los sucesos tenía 19 años. No tuvo protagonismo alguno hasta 1999, cuando apareció en el programa “OVNI” de Televisión Nacional. Desde los ochenta sueña con Amalia, una extraterrestre que a veces es una hermosa mujer sin vagina y otras una chica con falda de canguro. Como el cabo Valdés, es portador de su propio “mensaje para la Humanidad”. Dice que los conscriptos no quieren saber nada con Valdés porque “ha lucrado con una historia que conoce por nosotros”. A fines de noviembre de 2016 falleció Iván De la Cruz Robles a causa de un ataque al corazón. Con él mantuvimos contacto desde 1991, pero siempre rehuyó a una entrevista formal. El año pasado me preguntó “cuánto estás dispuesto a pagar por la versión que jamás se ha escuchado”. Le expliqué que los periodistas no pagábamos por las historias, que contárnoslo dependía de su interés, no del nuestro. Entendió la situación y ya no volvimos a saber de él.
¿Qué se hizo de los conscriptos?
En el 2002, Armando Valdés intentó reunir a los soldados que lo acompañaron el 25 de abril de 1977 para recordar la experiencia. “‘Muchachos’, les iba a decir, ‘estoy escribiendo un libro y quiero su autorización para contar algunas cosas’”. Ninguno quiso hablar con él. De los siete, el único dispuesto a charlar es Raúl Salinas Vásquez. Mezcla sus recuerdos con agregados que se alejan mucho de la historia original, como su visión de un humanoide con medio cuerpo de lagarto en las caballerizas.
Durante los sucesos tenía 19 años. No tuvo protagonismo alguno hasta 1999, cuando apareció en el programa OVNI de Televisión Nacional. Desde los ochenta sueña con Amalia, una extraterrestre que a veces es una hermosa mujer sin vagina y otras una chica con falda de canguro. Como el cabo Valdés, es portador de su propio “mensaje para la Humanidad”. Dice que los conscriptos no quieren saber nada con Valdés porque “ha lucrado con una historia que conoce por nosotros”.
A fines de noviembre de 2016 falleció Iván Robles (foto) a causa de un ataque al corazón. Con él mantuvimos contacto desde 1993, pero siempre se rehusó a una entrevista. En 2016 me preguntó por primera vez “cuánto estás dispuesto a pagar por la versión que jamás se ha escuchado”. Sus cosas no iban bien. Le expliqué que los periodistas no pagábamos por las historias, que contárnoslo dependía de su interés, no del nuestro. Entendió la situación y ya no volví a saber de él.

Valdés no esperaba que el caso tuviera semejante repercusión. Para él la historia prendió porque los militares eran gobierno. “Mi cuento es creíble porque es una patrulla militar… hombres creíbles, a cargo de la nación…” Tras la experiencia, el Ejército lo manda a descansar y él se desvincula del asunto. Pero cuando sale la nota en La Estrella de Arica, Valdés se convierte en eso mismo: en la estrella de Arica. Poco después, su relato atrae a medios de todo el mundo. “Si hubiera sido por mí, me quedaba callado. No hubiera contado nada…”, rezonga.

Valdés se jacta de recordar todo. Pero deja en el tintero asuntos importantes. No menciona que él subió a dar aviso a Putre. El cabo cree que en el pueblo se enteran cuando llega la guardia de relevo. Y que los soldados y Araneda ventilaron el caso. Flores, en cambio, cuenta que el propio Valdés se le aparece en su casa a las 6:00 A.M. Se levantó y le preguntó qué pasaba: “No sé, están todos locos, hay que controlarlos”, le dijo. Flores pensó en alguna desgracia. “En el camino me empezó a explicar lo que él pensaba que había sucedido: ‘Parece que me quedé dormido, y cuando me despertaron los conscriptos estaba la crema (el caos)”. Ya en Pampa Lluscuma, Flores confirmó el estado de los soldados. Gritaban: “¡Mi cabo, nos vamos de aquí, yo me voy y no vuelvo más!”. Otros iban quebrada abajo, no querían volver. “Para retomar un poco la cordura, les di un pequeño aporreo.”

Para Abusleme, esos olvidos de Valdés delatan que su conmoción fue real. Flores también cuenta que, cuando lo fue a buscar, Valdés no mencionó haber estado desaparecido. “Eso lo dijeron los soldados”, especifica. Tal vez, señal de que le omitía a su amigo un detalle incómodo.

En Arica Valdés fue atendido por un médico. “Le repetí la historia de siempre y me dijo que me iba a dar quince días de licencia. Me dijo: ‘mira, pásalo bien, descansa y olvídate de este tema, esto no tiene mayor importancia’. (Estaba) feliz poh, ahí se acabó el cuento para mí.”

De no haber sido por Araneda –protesta– “no habría pasado absolutamente nada. Sólo sería una anécdota”. Sin embargo, admite que “el cuartel estaba íntimamente relacionado con el pueblo. Era imposible tapar el bochorno”.

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Bromas extraordinarias en situaciones de pánico El psicólogo Carlos Domínguez compara el caso Valdés con el de un conscripto que “se hizo el loco” sin saber por qué. Luego, cuando descubrió que, asumiendo ese rol, podía obtener la baja, lo dramatizó aún más. Se salió con la suya y siguió actuando “para no ir preso ni defraudar a su familia”. Los motivos de Armando Valdés pudieron ser otros: él anhelaba seguir su carrera militar. “Si las cosas son como él las cuenta, Valdés pudo armar una escena histriónica a partir de una crisis de angustia”, especula Domínguez. “Todos estaban sugestionados, pero él llegó ahí castigado. Los soldados a su cargo estaban sin armas y los dejó solos frente a un potencial enemigo. ‘¿Cómo arreglo esto?’, debió pensar. Simular síntomas es una actuación, no mentir. Valdés no se siente cómodo definiendo el episodio como broma porque quizás actuó angustiado bajo un gran estrés. Sostuvo el papel mientras fue aceptable. Entonces, tal vez, contar la historia de abducción era más aceptable que ahora”. Por eso pudo tomar la decisión de difundir otra versión, ya sea “la verdad” u otra interpretación. Pato Abusleme no descarta que la nueva versión de Valdés resulte ser una coartada. Para los evangélicos, las abducciones son cosa del demonio y la historia de su rapto puede ser fuente de conflictos. El rapto de la Iglesia descrito en 1 Tesalonicenses 4:13-17 es parte del relato de la segunda venida de Cristo. ¿Podrían las abducciones interpretarse como la contraparte satánica de esa profecía? “Sí”, responde Fernando Saraví, docente en la Cátedra de Física Biológica de la Universidad Nacional de Cuyo, quien, como Valdés, enseña religión evangélica. “Algunos evangélicos creen que lo que simulan ser naves extraterrestres son manifestaciones satánicas, prodigios mentirosos para desviar las conciencias”. Y agrega: “Pero también es parte de la naturaleza humana reinterpretar las experiencias y tratar de mantener el respeto de la comunidad”. Valdés decodifica su caso como una posesión demoníaca y eso a Domínguez no le extraña. “La angustia –continúa- lo dominaba al punto que actuaba sin premeditación. Además, entre los evangélicos la posesión lo mantiene en una escena heroica. No pierde protagonismo: Valdés lucha entre Dios y el Diablo…”

Curiosamente, Valdés dice que Flores “no tiene relevancia” en la historia. “Ni siquiera le conté nada a él. Mis cosas las guardé por años…” Cuando Valdés quiso callar, creyó que la historia “moría ahí”. Por eso, dice, “en mi libro hago un mea culpa. A lo mejor, una forma de tranquilizar mi conciencia es contar la verdad…” Flores aún no la conoce. Pero le preguntamos si creía que Valdés hubiese podido fingir su perturbación. “En parte –contestó– cabe esa posibilidad, como compañeros de curso lo teníamos catalogado como teatrero. Le gustaba llamar la atención. Perfectamente pudo haber fingido. Pero a mí no me pareció”.

Si su historia fue pura ficción ¿con qué sentido la armó? Valdés se declara un campeón de la incorrección política: “Siempre tuve la manía de hacer cosas que no corresponden… Saltar un desafío, meterme en lugares prohibidos…” Su papel de abducido fue el que lo hizo famoso. Para el psicólogo Carlos Domínguez, Valdés podría ser un caso de “personalidad histriónica” (ver recuadro).

Raúl Molina, el médico que lo atendió en la sección Psiquiatría del Hospital Militar, no piensa igual. Descarta que Valdés hubiera fingido no recordar aquel suceso: “No recuerdo que estuviera simulando”, dice ahora. Abusleme abriga muchas dudas. “Una vez me dijo: ‘cada día estoy más convencido de que eso es lo que sucedió’”. ¿De qué necesita convencerse?”, se pregunta. El mismo Valdés admite que su nueva versión es difícil de aceptar. Pero sus creencias le permiten deslindar responsabilidades: Valdés cree en fuerzas malignas capaces de confundir a los hombres.

Ahora bien, ¿por qué no habló antes? ¿Acaso tuvo temor a ser castigado? Valdés dice que no calló por eso sino porque nadie le iba a creer. “Iba a ser ridículo contar que todo fue porque vimos una luz. Por eso no lo cuento yo, sino los soldados… Habría dejado mal a la institución. Hubo cosas que no estaban bien. Estoy luchando mucho por no mentir…” Dice que se dejó llevar por la corriente como si fuera un destino inevitable. Reconocer “la verdad” estando en el Ejército hubiera podido precipitar el fin de su carrera. Hoy comienza otra como escritor. En su libro no promete develar de dónde somos ni de dónde venimos. Pero dice que traerá noticias sobre el futuro. Entonces sabremos si el fenómeno que todavía no se explica era de Dios. O del Diablo. O de ninguno.

D. Zúñiga y A. Agostinelli entrevistan a Armando Valdés (Fragmento sin editar, 2007)

Histórica entrevista de Pablo Honorato para Canal 13 (1977)

Testimonio de Valdés recogido en 2002 por Patricio Abusleme en Pampa Lluscuma, sector de la precordillera andina a cinco kilómetros de Putre, en la XV Región de Chile.

ARTICULO ORIGINAL (RESUMIDO) Descargar Pdf

ENTREVISTAS SOBRE EL CASO
“Luces en la oscuridad”. Pedro Ribas entrevista a Alejandro Agostinelli 15/12/2008
«Protagonistas Bizkaia». Punto Radio Bilbao. J. San Martín y L. A. Gámez entrevistan a A. Agostinelli. 1/7/2009
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Valdes Iglesia Evangelica

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Archivo Histórico: Varias imágenes pertenecen a Diego Zúñiga y Patricio Abusleme, a quienes agradezco su generosa colaboración.

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El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

Contacto: aagostinelli@gmail.com
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