El día que Leonardo Moledo volvió de la muerte

Leonardo Moledo. Foto: Revista Cabal
Leonardo Moledo. Foto: Revista Cabal

Excéntrico, desprolijo y genial. Así fue Leonardo Moledo (1947- 2014), el más notable divulgador científico que tuvo la Argentina.

-Sé que me mandé una cagada con vos y no me acuerdo cuál es. ¿Me decís, que lo quiero arreglar?

Ese era Leonardo, el ser humano, el tipo que sabía que había metido la pata y tomaba la iniciativa, mostrándose dispuesto a corregir una eventual macana.

-Seguro, ¿querés que nos juntemos?

-Esta misma noche, ¿podés?

El siempre podía. Siempre estaba disponible en La Orquídea, su templo en Corrientes y Acuña de Figueroa. O en el café de la esquina de Página/12, su segundo santuario.

El otro Leonardo, el escriba científico, era el que nos daba de leer, el que te colaba información a través de piezas literarias y no le importaba excesivamente la precisión de unos datos que nadie iba a recordar si total lo importante era mantenerte atrapado a una historia que, una vez que te hizo subir a ese tren, te transfiere datos, ideas y conocimientos casi sin darte cuenta. Como un buen enfermero cuando te vacuna.

El Moledo que yo conocí, a comienzos de los 90, no era el de «Futuro», el suplemento científico de Página/12. Era un matemático que escribía hermosamente en el suplemento cultural de Clarín sobre ciencia y textos raros en revistas como El Péndulo. Allá por 1987 yo había leído «La mujer que debía quererme» motivado porque su cuento había sido preseleccionado en un concurso donde Jorge Luis Borges había sido jurado. Me había sorprendido que no fuera de ciencia ficción: se trataba de la desesperante biografía de un niño pupilo a quien su padre explorador le había comprado el cariño de una mujer que ofreció sus servicios mientras se los pudo pagar.

Leonardo me quedaba lejos, estaba afuera de los circuitos que yo habia comenzado a transitar, que era el de las revistas comerciales de divulgación, como Enciclopedia Popular Magazine, Conozca Más y Descubrir, y el de la militancia racionalista, a la que él apoyaba pero como outsider. “Puedo ayudar más desde afuera que si fuera miembro del Club de Refutadores”, me dijo en 1993 durante un asado convocado por el Centro Argentino para la Investigación y Refutación de la Pseudociencia (CAIRP) en una quinta en San Fernando; tenía razón, y él no se quedó con palabras de compromiso.

Yo había colaborado en “Futuro” antes de que él fuera su editor. En una serie de notas sobre la New Age, donde había que hacer causa común contra los epistemólogos posmodernos que se reían de la vieja Reina Ciencia y pretendían que ciertas monumentales supercherías constituían cierta clase de vanguardia no identificada, Leonardo se solidarizó enviando un texto de apoyo a nuestra flamígera réplica a los “filósofos de la complejidad”.

Para “Futuro” me pidió algunas notas, pero mis temas eran prácticamente los mismos sobre los que escribía Pablo Capanna y a mí no me entusiasmaba competir (¿o autohumillarme ante la comparación?) con el Maestro. Esmerarse para ser alguna vez más sabio a veces es disfrutar de lo que hacen los mejores y seguir aprendiendo de ellos.

Ilustración: Diego Alterleib
Leonardo Moledo (20 de febrero de 1947 – 9 de agosto de 2014) Ilustración: Diego Alterleib

En 2.000, Leonardo fue nombrado director del Planetario “Galileo Galilei” de la Ciudad de Buenos Aires y lo empecé a perder de vista.

Durante aquel período trascendente para él, donde un divulgador científico de pronto tiene frente a sí la posibilidad de reinventar un espacio abandonado para generar nuevas experiencias educativas, nos habremos reencontrados dos o tres veces, pese a que las redacciones de Página/12 y Editorial Perfil (donde yo trabajaba) eran vecinas. Supe de sus desencuentros con el personal del Planetario y me llegaron versiones de cierta tendencia a «aferrarse» a sus discípulos, a quienes les quitaba libertad en aras de una malentendida lealtad. En realidad de eso no puedo hablar porque mi relación con él fue menos catastrófica, quizá porque la nuestra fue una amistad distante.

Una vez me llamó para pedirme que escribiera un proyecto de divulgación sobre vida extraterrestre. La idea era armar una muestra interactiva, con infografías, muñecos de látex y experimentos electrónicos. No era un proyecto barato y al final no se concretó, pero devino en un monstruo que creció mucho (de hecho en 2006 me llevó a Arecibo, cuando el interesado fue el astrofísico Daniel Altschuler; ¡y tampoco se realizó! ). ¿Por qué fuí tan insistente? Desde que Leonardo me habló por primera vez de aquel proyecto, estacionó en mis neuronas como un meme o como un nanobot molecular criado por Leo. Jamás me pude deshacer de la idea; supe que, tarde o temprano, lo iba a tener que realizar.

En otra oportunidad su llamado dio lugar a una serie de situaciones desopilantes, que quizás merecen un relato más detallado.

Suena el teléfono de mi casa. Es Leonardo.

-¡Hola Alejandro! ¿tenés algo que hacer esta noche?

-Nada en especial ¿por?

-Quiero que veas una obra de teatro en el Planetario. Es una ficción sobre Marte; apurate: la función empieza dentro de media hora.

Me subo a un taxi y voy. El me estaba esperando en la explanada de acceso, al lado del meteorito.

Subimos apurados, yo no podía creer que la obra tuviera lugar en el mismo sitio donde se encontraba el proyector. La obra comenzó y de arranque me pareció incómodo que la hormiga gigante tapara situaciones que los espectadores ni siquiera podíamos adivinar. Pero lo más importante que tengo para decir sobre aquella obra es que era un bodrio infumable.

Cuando “cayó el telón” (en aquel escenario ni siquiera era posible un telón), Leonardo me preguntó, ansioso. “¿Y, qué te pareció?”

-Un bodrio infumable.

Marte. Iliustración: NASA
Marte. Ilustración: NASA

“Efectivamente”, me contestó. “Por eso quería que la vieras. Te voy a pasar el libro, quiero que lo arregles, dejando lo estructural y el número de actores en escena. Eso no se puede tocar.”

Así era Leonardo cuando te quería involucrar en un proyecto, te dejaba poco margen para una escapatoria y uno, que lo quería, se sentía un poco obligado a no dejarlo de a pie.

-Perdoname, Leonardo, esto es incorregible. Hay que empezar de cero. Además, yo nunca escribí teatro. No voy a poder.

-Claro que vas a poder. ¿Acaso no escribiste guiones para documentales? Es lo mismo. Quiero que lo reescribas como si fuera para un programa del Discovery Channel. Hay que agregarle curiosidades, datos de color sobre los marcianos que vos conocés… Quiero relanzarla antes de Agosto (de 2003) Marte va a aproximarse a sólo 55 millones de kilómetros (una cercanía a la Tierra que había ocurrido, por última vez, hace 60 mil años). Tenés tres días, por estas cosas se paga…

-No te prometo nada. Es jodido. Buá, lo voy a intentar.

Tres días después, Moledo hojea el guión delante mío en la redacción de Página/12.

-¡Pero, pero… ¿qué me trajiste? ¡Esto es la misma mierda! ¡LA MISMA MIERDA!

-¡¡Shhh!!! ¡¡¡Pará, pará, no gritéees!!! ¿Podemos ir a otro lugar?

moledoFuimos a una oficina donde nos recibió Anita, una amiga que tiempo después se iba a convertir en Rodcla, la anónima compañera de  mi amigo el Comandante Clomro.

Allí, más tranquilo, Leonardo me explicó por qué eso que yo había hecho era el mismo mamarracho que él quería rehacer y también fue el lugar donde le contesté que, con las limitaciones que me había puesto, era imposible hacer algo mejor que un enésimo mamarracho.

Volví a tratar de complacerlo en una segunda vuelta, pero ya no tuve noticias de Leonardo. Tampoco me dijo si la obra se había llegado a estrenar o no, pero tiempo después supe que mis curiosidades sobre Marte le habían venido bien. Pasaron los años y me llamó para disculparse (es el diálogo que recordé en el inicio de este post).

En el interín jugué con fuego: en Octubre de 2009, con Moledo ya alejado de la dirección del Planetario “Galileo Galilei”, fui a una de las meditaciones colectivas organizadas por la gente de Raví Shankar en el parque del Planetario.

“Al ver el gentío me digo: ‘Si Moledo viviera’”, ironicé en mi blog Magia Crítica.

En los comentarios tuve que explicar el chiste: la noticia de que un evento místico se había apoderado del Planetario constituia un disgusto que a un racionalista como Moledo podía llegar a matar, por eso en mi crónica “lo daba por muerto”. Para algunos fue una broma de mal gusto. No así para Leonardo, quien escribió en mi blog:

Bueno, la gente suele ser literal

Hubieras puesto:

si moledo viviera
sería montonera

si moledo lo viera
tendría buena vista
y no anteojeras

Te da para un lindo artículo sobre “los que volvieron de la muerte”
Abrazo

Leonardo, vivito y coleando

Una noche me pasó a buscar con su librería de usados ambulante para cenar en un restaurante en Recoleta. Hablamos de todo un poco, entre otras cosas sobre un amigo común con quien se había seguido viendo. Nuestro amigo es un tipo rudo y culto, educado en la universidad de la calle, que había sido guardaespaldas de la conducción del PC argentino durante la dictadura.

Encuentro del CAIRP (1993). Moledo está a izq., entre el muchacho de negro (Sergio Pini) y Agostinelli
Encuentro del CAIRP (1993). En la foto, junto a Moledo, está el autor (izq.) Luego vemos a Fernando Colomb, Enrique «Kartis» Carpinetti, Heriberto Janosch,  Gregorio Klimovski, Virgilio Dipelino, Alejandro Borgo y Pablo Top. Abajo a la izq. están Enrique Márquez y Daniel De Cinti.
Moledo está a izq., entre el muchacho de negro (Sergio Pini) y Agostinelli
Moledo está a izq., entre el muchacho de negro (Sergio Pini) y Agostinelli

Para Leonardo era impactante que un remisero que a veces trabajaba como albañil le confesara que adoraba “Cosmos” de Carl Sagan o le citara frases célebres de Asimov o de Martin Gardner. Como a todo periodista le fascinaban los mestizajes culturales y las personas inverosímiles, que podían ser parte historias fantásticas pero reales. “¿Cuánto recibís en mano de tu sueldo?”, te podía preguntar a boca de jarro. “¿Y cuánto gastas por mes?”. Era generoso: con esas preguntas pretendía llevarte a replantear cuestiones esenciales de tu vida cotidiana. A nuestro amigo común lo echó el día que le contó que se había puesto de novio con una prima. “Todo tiene un límite”, me dijo. “El encontró el mío” , y se quitó de encima a un personaje que lo tenía hechizado.

Ya en pleno siglo XXI nos reencontramos en La Orquídea. Decidí olvidarme de los sinsabores precedentes. Volví a ver a aquel poeta científico hermoso y gruñón, maniático y pirado, ocurrente y sensible, apasionado e interesado en los demás. Aún cuando le agradecí el ofrecimiento, decliné escribir un libro sobre extraterrestres para una colección que él dirigía en Capital Intelectual. Ese libro lo tiene que escribir Capanna, le sugerí. Sólo con lo que había escrito sobre alienígenas en “Futuro” tenía para varias obras.

Como dije, con Leonardo habíamos quedado en volver a vernos. Tal circunstancia sólo se presentó dos semanas después de su muerte, en el video de abajo. Es una entrevista que le hizo Gerardo Rozín sobre los títulos de Estación Ciencia y otros de sus libros favoritos.

Cuando falleció pensé que no iba a escribir sobre él: otros colegas seguramente iban a tener mejores historias que yo para contar. Pero me puse a aporrear el teclado esta tarde (23 de Agosto), cuando descubrí que la entrevista de Rozín a Moledo había recibido, apenas, 871 vistas, nada en comparación con otros del mismo canal de Youtube (las 4,660 que tiene Natalia Oreiro o las 15,214 que tiene otro Lanata, por ejemplo).

Historia_nQue poco antes de su deceso Leonardo viera publicada su “Historia de las ideas científicas. De Tales de Mileto a la Máquina de Dios”, el libro que escribió con Nicolás Olszevicki y reúne los fascículos publicados por Página/12 desde 2012, habrá sido importante para él. Como ya no volvimos a hablar (ni siquiera estaba enterado de su enfermedad) no consigo imaginar qué pensamientos le pudo dedicar al cigarrillo, el vicio que le aseguró una muerte prematura.

Hoy sucedió una segunda amargura: la dirección de Página/12 decidió discontinuar “Futuro”, el suplemento de divulgación reinventado por Moledo que tantas veces leímos y adoramos compartir.

El dato vergonzoso: hace una semana sus colaboradores habían sido convocados para que cada uno escribiera sus “Memorias para un escritor científico”. Hoy ni siquiera les informaron que “Futuro”, donde suponían iban a seguir honrando la memoria del Maestro, había desaparecido.

La contradicción de la empresa periodística es una chifladura total.

Leonardo tenía sus chifladuras. Pero dentro de todo eran sanas. Sus principales consecuencias: haber dejado un tendal de amantes del conocimiento dispuestos a seguir enamorándose de la literatura y de la ciencia.

Haber regalado a sus lectores semejante tesoro es propio de un demente, sin duda.

Ilustración: Diego Alterleib

ENLACES EXTERNOS

Blog de Leonardo Moledo
La continuación de la ciencia, por otros medios. Entrevista a Leonardo Moledo. Por Nicolás Olszevicki y Pablo Esteban
Memorias para un escritor científico

ENLACES RELACIONADOS

Ciencia Vs New Age, 21 años después

El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

Contacto: aagostinelli@gmail.com
Alejandro Agostinelli en Twitter
Alejandro Agostinelli/Factor 302.4 en Facebook
+ info sobre el autor, Wikipedia en Español
+more info about Wikipedia English