Massimo Introvigne, un historiador de la religión que me atrae por la copiosa bibliografía que acompaña a cada una de sus argumentaciones (pese a disentir con sus posturas ideológicas) escribió en el sitio de su Centro Studi Sulle Nuove Religioni que la desaparición de Osama Bin Laden del centro de la red Al Qaeda “no significa la desaparición de sus componentes”. Dice que “muchos movimientos terroristas conectados a Al Qaeda existían antes de Bin Laden, y probablemente seguirán existiendo después de él”. Agrega otra observación. Convencido de la importancia de Bin Laden en la estructura de la Red, “que queden las piernas sin cabeza” puede significar que la carrera continúe “pero de una manera mucho más difícil de predecir, dificultando aún más la tarea de la prevención”.
Desde este punto de vista, escribe, “Bin Laden muerto seguirá siendo tan peligroso como cuando estuvo con vida”.
Lo que a mí más me asombra del final del gurú de Al Qaeda, como cuento en Ciencia bruja, es el esfuerzo que ha hecho Barack Obama, presidente de los Estados Unidos y excéntrico Premio Nobel de la Paz, por confirmar la validez de las más espeluznantes teorías conspirativas, con la diferencia de que, esta vez, parecen ser verdaderas.