Mea culpa, a medias

Hace algunas semanas cuestionamos un artículo de José Pablo Feinmann titulado “La Colonización de la subjetividad. El poder mediático y la construcción del sujeto-Otro”, incluido en una serie pretenciosamente titulada “Crítica a la Razón Imperial”.

Parte de mi crítica parece aclarada con un documento que acaba de aportar el lector y colega Sebastián Lalaurette. Es el recorte con que ilustramos esta entrada. Para que entiendan de qué va este mea culpa, debo recapitular un poco.

El  ensayo cuestionado era una versión aggiornada de un texto anterior titulado El triunfo de la virtualidad absoluta, que JPF había publicado el 20/07/2009 en el diario Página/12.


En esa nota Feinmann escribió que, para que EE.UU. concretara el Proyecto Apolo, que puso al hombre sobre la Luna en seis oportunidades, había triunfado “el show sobre la realidad”. En mi crítica señalé que el columnista parecía alineado con la visión conspirativa según la cual el alunizaje había sido rodado en un set de Hollywood: en Magia Crítica afirmé que el escritor, cuando afirmó despectivamente que «cualquier pelotudo tiene blog», había lanzado un boomerang, y que éste le había pegado en la nuca.

Algunos lectores me acusaron de malinterpretar a Feinmann, quien “quiso ser irónico”. Que el pelotudo había sido yo por no haber pescado el chiste. Entonces, escribí:

Si así fuera, seré el primero disculparme y en hacerme cargo de las consecuencias. Lo que pasa es que los textos humorísticos hacen reír, o por lo menos sonreír. Y con esa nota -publicada en Página/12, donde Feinmann no suele escribir humor- me dieron ganas de llorar. Llegado el caso, el autor puede ejercer el derecho a réplica.

Cuando el autor regresó con una versión “corregida y mejorada” e insistía con los mismos argumentos, decidí refrescar brevemente la cuestión. Lo hice bajo el título Feinmann lo hizo de nuevo.

Primer “mea culpa”: yo no conocía una introducción publicada en la edición anterior de los fascículos “Crítica a la Razón Imperial”.

Quien me enrostró esa aclaración fue, como dije arriba, Sebastián Lalaurette. El colega defendió a Feinmann con tanta vehemencia que me hizo dudar (algo que desde luego le agradezco). Como me pareció injusto condenar su hallazgo a la invisibilidad de la sección comentarios, me comprometí a jerarquizar su hallazgo, que de paso comentaré.

Lalaurette escribió:

«Ah, reincido para transcribir esto, que aparece al final del fascículo anterior al que tanto te molesta:

Antes, sin embargo, nos vamos a divertir con una de las teorías conspirativas más fascinantes de la Historia. El hombre no fue a la Luna. El viaje a la Luna no ha tenido lugar. ¿Por qué surgió esa teoría? Nada surge porque sí. No pretendemos que sea cierta. Tampoco que no lo sea. Pero, así como analizaremos la hazaña comunicacional más formidable que un artista haya llevado a cabo, La Guerra de los Mundos, emitida a finales de los años ’30, con la que Orson Welles hasta tal punto creó la realidad desde una simple radio que aterrorizó a todos los Estados Unidos, desarrollaremos, por medio de lo narrativo, la teoría que afirma que el hombre no fue a la Luna, que Estados Unidos montó un show, un espectáculo tan perfecto que engañó al mundo entero. Si así fue, pocas veces el sujeto constituyente, el sujeto del poder, habría logrado constituir con más solidez, con mayor perfección a su objeto, ése al que se le llama realidad. Y sobre el que habrá mucho que decir.

En el rescate de aquel párrafo Sebastián Lalaurette me hizo un gol de media cancha. Tuvo razón: Feinmann «no pretendía cierta» (aunque tampoco falsa) aquella teoría que sin embargo considera «conspirativa». Acaso desprovisto de la humildad del ganador, Lalaurette vuelve a la carga:

Es el final del fascículo, o sea, el texto que precede inmediatamente a lo que vos criticás. Si la ironía estaba clara con la mención de Baudrillard, ahora no hay forma de ignorar el juego que propone explícitamente Feinmann. Quiere decir que tu crítica es doblemente desinformada: te pusiste a criticar un texto sacándolo de contexto, ignorando que era parte de un texto mayor y que lo precedía una aclaración muy explícita sobre lo que el autor se prestaba a hacer. Obviamente, y como esta experiencia demuestra, sacar las cosas de contexto no suele producir buenos resultados.

Pues bien, admito que yo desconocía aquel texto. Es evidente que su propuesta, “nos vamos divertir con una de las teorías conspirativas más fascinantes de la Historia”, no puede significar otra cosa que un juego que yo fui incapaz de advertir.

Eso por un lado. Por el otro, Lalaurette acusa a mi crítica de “doblemente desinformada” porque, para cuestionarlo, “saqué al texto de contexto”.

Eso no es totalmente cierto.

La primera vez que Feinmann publicó ese ensayo (que luego republicó modificado), lo hizo sin introducir aclaración alguna. O sea que aquella “salvedad” se hizo con posterioridad a mi primera crítica. Otrosídigo: si el introito donde amenaza con “divertirnos” apareció en una edición anterior de «Crítica de la Razón Imperial», y no en el fascículo donde salió la nota cuestionada, acusarme de “descontextualizar” es un tanto aventurado. O por lo menos, materia de opinión.

Es más, hasta podríamos conjeturar que la aclaración es consecuencia de la ambigüedad de la primera hornada de su opúsculo. No fui el único que frunció la nariz ante aquel insípido ensayo donde –sin que fuera evidente la menor sombra de sarcasmo- parecía defender lo indefendible.

En Feinmann lo hizo de nuevo (que tanto molestó a Lalaurette y a otros lectores) fui muy duro y desde luego no me desdigo de mis apreciaciones sobre el autodenominado “filósofo”.

Para terminar esta autocrítica (pero no tanto), agradezco a Lalaurette su lectura atenta y la insistencia con que quiso hacerme notar que el equivocado era yo.

A Sebastián, por las razones expuse, no le puedo dar toda la razón. Pero, nobleza obliga, admito que fui un poco pelotudo también.

Alejandro Agostinelli

NOTA: Quizá no viene a cuento, pero los derrapes de Feinmann a la banquina continúan. A propósito de la muerte de David Viñas, victimizó al gremio de los escritores con un comentario falso. En una entrevista dijo que ningún diario lo recordó: «Creo que debió haber salido en Página/12 (el medio que lo conchaba), nada más». El audio no nos deja mentir:

Feinmann no solo odia a los «bloc». También debe detestar al Google, cuyo uso ayuda a desmentirlo rápidamente.

El que prescribe

Alejandro Agostinelli, editor de este blog, es periodista desde 1982.

Fue redactor de las revistas Conozca Más, MisteriosEnciclopedia Popular Magazine Gente, y de los diarios La prensaPágina/12. Fue uno de los impulsores de la Fundación CAIRP y escribió y asesoró a la revista El Ojo Escéptico. También fue productor de televisión en Canal 9 y América TV. Fue secretario de redacción de las revistas de divulgación científica Descubrir NEO y fue editor de una docena de colecciones de infomagazines para la revista Noticias y otras de Editorial Perfil. Últimamente ha colaborado en las revistas Pensar, publicada por el Center For Inquiry Argentina (CFI / Argentina), El Escéptico y Newsweek.

Fue creador del sitio Dios! (2002-2004) y del blog Magia crítica. Crónicas y meditaciones en la sociedad de las creencias ilimitadas (2009-2010). Es autor de Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Random House, 2009).

Asesoró a Incoming, el noticiero de Canal Infinito (2009-2011) y escribió la columna Ciencia Bruja en Yahoo! Argentina y Yahoo! español (2010-2012). Asesoró a las productoras SnapTv y Nippur Media en la producción de documentales históricos y científicos para NatGeo (2011-2013).

Contacto: aagostinelli@gmail.com
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